Cada vez que espero que me lleguen páginas para editar me dispongo a escribir en mi pequeño espacio, pero suena el interno y me lo impide. Lo hizo otra vez, hace apenas algunos minutos, pero decidí sacrificar un poco mi descanso nocturno para saludar y decir que no me morí, sino que realmente no puedo escribir por el momento.
Hace algún tiempo compré una computadora, con la firme decisión de escribir en el blog desde mi casa, pero la mera verdad, hasta ahora ni siquiera he podido probar el teclado del nuevo juguetito.
Hace algún tiempo, también,decidí hacerme cargo yo de la casa y me dispuse a lustrar pisos, limpiar alacenas, desempolvar cajones y ordenar un poco el grave desorden al que me sometió María, la compañera que me ayudaba y terminó cobrando el triple en conversaciones telefónicas con su chico, y el dulce trabajo que entonces tenía que me absorbía como un vampiro toda la energía de la que podía disponer.
Pero hace unos días me pregunté qué carajos hago yo limpiando, cuando podría hacer algunas cosas un poco más productivas, como leer o recuperar los momentos de ocio como éstos, que tanta falta me hacen.
Así que me puse en campaña y, porteros de por medio, encontré una nueva compañera, a la que le prohibí utilizar el teléfono para llamadas a celular y que sólo irá a mi casa algunos días de la semana, los suficientes para mantenerla decentemente limpia, mientras yo me dedico, como antigua filósofa griega, a decidir qué quiero hacer con la otra mitad de vida que me queda, si es que no es menos por decisión de arriba.
Y la nueva compañera llegó hoy, llena de energía, a sorprenderme limpiando en un día todos los pisos que yo me demoraba una semana en limpiar.
Y con mi casa oliendo a cera nuevita y mis armarios con todos mis conjuntos dispuestos y mis cuadernos prestos a ser revisados, emprendí esta nueva etapa, en la que me juré nunca más desperdiciar el tiempo en labores domésticas por las que pueda pagar, mientras pueda pagar. Cuando no pueda hacerlo, seguramente mis hijos serán más grandes y junto a su padre, habrán aprendido a valorar, tarde como yo, lo que cuesta el orden y la limpieza y les dolerá dejar una colección de vasos en sus mesas de noche, sus zapatos tirados debajo de sus camas, panes mezclados con ropa interior en sus cajones, y prendas lavadas y planchadas por mis manos, dobladitas dentro de los tachos de ropa sucia junto a libros, periódicos y hojas desperdigadas por todas las habitaciones.
Si eso no llegara a suceder jamás no seré yo la que habré perdido, así que bienvenido frío polar, me enseñaste la lección.
Pero en realidad la urgencia por conseguir a alguien que me ayude se debía a que necesitaba un ratito para echarme en mi cama sin pensar que tengo que limpiar el piso, qué putas cocino hoy ni cuánto demoraré en limpiar la cocina para calcular el tiempo y cambiarme para ir a trabajar. Ese tiempo chiquitito que necesitaba, me sirvió tanto hoy, que decidí aceptar un nuevo desafío laboral. Ya puse las cartas sobre la mesa y si la oferta salarial es aceptada -por ellos, no por mí- desde la próxima semana no tendré tiempo ni para atender este interno que no me deja escribir, y menos para pensar en el extreme make over que debo hacerle a mi casa.
Estás en lo mismo, me dirán ustedes, pero sólo yo sé cómo el orden y el olor a cera nuevita de mis pisos me motivan a avanzar.
Voilá.
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2 comentarios:
Querida Dani, ojalá la nueva e imprescindible ayuda te deje tiempo para un café, vino, o té con té conmigo.
Abrazos.
Con este frío me anoto al te con te. El tema es cuándo, querida, cuándo. Te shamo para coordinar. Un besito
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