lunes, 29 de marzo de 2010

Pobres resultados

El jefe del Comando Conjunto Andino, Cnel. Luis Alcázar, aseguró ayer que “el contrabando es una actividad que lacera grandemente la economía y vulnera la soberanía nacional”, a tiempo de entregar ante el Presidente Evo Morales todo lo incautado en operativos contra esta actividad ilícita en la extensa frontera boliviano – peruana.

Una declaración grandilocuente, si se toma en cuenta la grave escasez de gas licuado que se presenta diariamente en la sede de gobierno y en la ciudad de El Alto.
El mismo reporte de la agencia de noticias estatal ABI, daba cuenta de que en el lote entregado, figuran apenas 199 garrafas de Gas Licuado. Esa cantidad corresponderá a apenas un camión cargado de gas licuado, un viaje hacia la frontera, una ínfima parte de lo que diariamente se traslada ilícitamente al vecino país.
Es inconcebible que, mientras cientos de familias acuden diariamente a las avenidas troncales de su barrio para bloquear el tráfico exigiendo el combustible que necesitan para sobrevivir, las Fuerzas Armadas y, específicamente el Comando Conjunto, nos informe de algunos patrullajes nocturnos que arrojan menos de 200 garrafas de gas licuado recuperadas como resultado final.
Sería bueno que explicaran cómo es posible que, siendo que YPFB produce 40 mil garrafas diarias y el consumo de la ciudad de La Paz y El Alto alcanza a 36 mil galones al día, puede existir desabastecimiento. Algo no cuadra en las cifras.
Las autoridades insisten en promesas para superar la escasez de gas licuado en la ciudad de El Alto. Pero el problema persiste desde octubre del año pasado.
Mientras tanto, los contrabandistas continúan beneficiándose. Multiplican por cinco el costo de cada garrafa sacada ilegalmente del país hacia Perú. Pagan 22 bolivianos con cincuenta centavos en Bolivia por un galón de gas y, apenas cruzan la frontera, reciben el equivalente de entre 80 a 90 bolivianos. Un negocio redondo en el que las más perjudicadas son las amas de casa bolivianas y sus familias.
El Estado boliviano subvenciona el gas licuado para los bolivianos, pero no faltan los avivados y deshonestos que aprovechan esta gracia para llenarse los bolsillos. El subsidio les beneficia, cómo no, y están enriqueciéndose ilícitamente desde hace varios años.
Las autoridades anunciaron que esta semana se iniciaría un nuevo plan de distribución zonalizada de gas licuado. Y en ese contexto, los enunciados abundan. Las autoridades dijeron que harían una reingeniería para combatir el contrabando, que se cambiarían las autoridades del Control Operativo Aduanero (COA); que se planifica la creación de una oficina de aduana binacional en Desaguadero; que se coordinará con todas las instancias pertinentes para luchar contra el contrabando de manera eficaz.
Sin embargo, mientras las autoridades no nos muestren un pez gordo del tráfico de GLP; mientras la cantidad de garrafas incautadas sea tan pobre como la que anunciaron los encargados de cuidar la frontera y mientras nadie ponga coto a esta situación, los anuncios son sólo eso: anuncios.
Esperemos que los resultados del nuevo plan de distribución eviten el desabastecimiento y que las amenazas de aplicar “mano dura” contra los contrabandistas se conviertan, por fin, en una realidad.

viernes, 26 de marzo de 2010

La Hora del Planeta



Las luces y los artefactos eléctricos deberán ser apagados este 27 de marzo, por el lapso de una hora, entre las 8:30 y 9:30 de la noche. La penumbra momentánea a la que someteremos a nuestros hogares, será un reclamo, una protesta y un llamado imperioso a los Estados del mundo para que tomen acciones urgentes contra el Cambio Climático.
El “apagón” no es obligatorio. Nadie estableció sanciones para quienes no estén dispuestos a renunciar a una hora de televisión, de radio o de algún artefacto electrodoméstico.
Hasta puede parecer algo totalmente alejado de nosotros, porque existe la firme creencia de que el Cambio Climático es un slogan, un lema de alguna organización ambientalista que intenta hacer activismo a costa nuestra.
Pero no nos equivoquemos. Tan acostumbrados estamos a la noticia superficial, al balance de muertos y heridos y al recuento de los daños materiales, que pocas veces reparamos en las causas de los desastres naturales.
Hace menos de un mes, nuestro vecino Chile fue víctima de un grave terremoto, acompañado de un Tsunami que prácticamente destruyó varios pueblos de la costa chilena. El aumento del nivel de aguas del océano Pacífico es una consecuencia del Cambio Climático.
Las inundaciones que arremeten cada vez con mayor fuerza en contra de nuestros hermanos del oriente; la sequía que empobrece la tierra en el Altiplano con mayor frecuencia cada año; los cambios intempestivos de clima y el notable aumento de la temperatura en el departamento de La Paz, son hechos que nos muestran cuán cerca de nosotros está el Cambio Climático.
Lo alarmante, empero, es el hecho de que el deshielo de los glaciares –Chacaltaya era un cerro nevado, pero ya no lo es más. El propio Illimani tiene cada vez menos nieve- es que perturbará de manera importante y en el plazo casi inmediato, el abastecimiento de agua a los agricultores y a las megaciudades como El Alto y La Paz, tal como alertó la Organización de Naciones Unidas, refieriéndose específicamente a la capital alteña, en su informe Estado de la Población Mundial, del año 2009.
Por ello preocupa el desinterés del gobierno municipal sobre este tema, adhiriéndose a destiempo a la campaña y contribuyendo de manera insuficiente a su difusión. Preocupa, también, el hecho de alimentar la idea de que no nos afectará, que es algo lejano, que somos una ciudad pequeña, que la culpa la tienen los países industrializados.
Actitudes como éstas solo contribuyen a hacernos más vulnerables a los efectos. Es evidente que los principales responsables son los países industrializados que derrochan energía utilizando combustibles dañinos para el medio ambiente y también las grandes empresas, por cuya codicia se amplía cada vez más la frontera agrícola, con altos grados de deforestación.
Pero no es menos cierto que ellos no son ni serán las primeras víctimas de las consecuencias. Lo seremos nosotros, los países pobres, los pueblos indígenas, las ciudades que, como El Alto, todavía no tienen siquiera alcantarillado.
Vale la pena, pues, dejar de ver televisión durante una hora. Permanecer a oscuras y redescubrir aquellas cosas que solían hacer nuestros abuelos. Organizarnos en la junta vecinal, en el distrito, en la escuela, para contribuir a los millones de personas que, parafraseando el lema de la campaña apagarán la luz, pero encenderán la demanda de un planeta que se pone en acción contra el Cambio Climático.

Los colegios nocturnos


El Ministerio de Educación informó que en las próximas semanas iniciaría el proceso de fusión y cierre de colegios nocturnos, debido a que en muchos de ellos no está justificada la relación maestro – número de alumnos.
Un tema sensible para las autoridades educativas, pues implica la disyuntiva entre una administración eficiente y el derecho al estudio de miles de jóvenes y adultos, especialmente de El Alto.
Por ello la reacción no se dejó esperar. Inmediatamente después de realizado el anuncio, la Federación de Estudiantes de Secundaria (FES) anunció la resistencia a la medida, por considerarla atentatoria contra, precisamente, el derecho al estudio de niños y jóvenes trabajadores.
El rechazo del magisterio tampoco tardó en llegar, aunque en este caso, motivado en la defensa del número de ítems de los maestros asignados a un colegio nocturno.
La necesidad y el derecho de aprender a leer y escribir u obtener el bachillerato, es un sueño difícil de cumplir incluso para niños de familias relativamente estables, tanto social como económicamente hablando.
En un contexto de altos niveles de pobreza, la mayor parte de los jóvenes se ven obligados a ingresar al mundo laboral a temprana edad, para ayudar a sostener la familia y, en casos extremos, para autosustentarse ante el total abandono al que se enfrentan diariamente.
Por esa razón, muchos jóvenes renuncian a la utopía, que para ellos es inalcanzable.
Sólo una voluntad de hierro permite a una persona trabajar durante toda la jornada y después reunir fuerzas para mantenerse atento a las lecciones de un profesor.
La situación se agrava si se toma en cuenta que un adolescente que así actúa, lo hace en medio de un mundo de limitaciones e incomodidades, que van desde la falta de un pupitre confortable hasta la carencia de transporte que lo retorne a su hogar a altas horas de la noche. Mal alimentado, sobre exigido, y prácticamente exhausto, con seguridad que este joven debe enfrentarse diariamente al dilema de continuar en el esfuerzo o tirar la toalla y darse por vencido.
Desde esa perspectiva, hacen bien los dirigentes de la FES en anunciar la férrea defensa de los colegios nocturnos.
Respecto a los maestros, es por todos conocido que, por regla general, quienes imparten clases en horarios nocturnos están impedidos de acatar los paros dictados por sus dirigentes, por ejemplo. Y también tienen algo de razón cuando afirman que en el trasfondo de la medida es previsible que exista la intención de una reasignación de ítems, en desmedro de los colegios nocturnos, el flanco más débil.
No es racional exigir el funcionamiento de un colegio nocturno con menos de diez alumnos por curso, pero tampoco lo es demandar un mínimo de veinte, aunque así está establecido.
Lo que urge, en todo caso, es que el Gobierno diseñe una estrategia integral. Si anunció la posibilidad de otorgar un bono de cesantía para desempleados y si logró convertir al país en un Estado libre de analfabetismo, ¿por qué no evaluar un incentivo para estos esforzados jóvenes y niños, facilitándoles una asignación económica a cambio de buenos resultados escolares? Ellos ya son un ejemplo por mérito propio y, por tanto, han demostrado con creces que merecen una política de incentivo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Un dato demoledor



Las enfermedades que se propagan por la carencia de agua potable en el mundo causan la muerte a 1,5 millones de niños al año. Es decir, cada 15 segundos, un niño muere por una enfermedad causada por la falta de agua potable.
Un dato demoledor, tomando en cuenta todos los avances científicos de los países desarrollados, que demuestra la indiferencia de éstos frente a una problemática tan sensible como es el acceso al agua.
En su nueva Constitución Política del Estado, Bolivia determinó que el agua es un derecho humano. Aunque prácticamente en solitario, el jefe de Estado insiste en foros internacionales que esta iniciativa sea adoptada por otros países y vemos cada vez mayores esfuerzos de algunos países por hacerle comprender a los pueblos del mundo la gravedad de la situación, frente a los oídos sordos de los que hacen gala sus respectivos gobernantes.
Conocer una información como la que antecede a estas líneas, debería ayudar a entender que el acceso al agua potable es una condición mínima sin la cual no es posible hablar de equidad e igualdad.
Los datos fueron revelados en un informe oficial de la Organización de Naciones Unidas, en ocasión de que el 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua.
Los niños son las principales víctimas de la falta de agua potable. Pero también lo son las mujeres, porque, como bien dice la ONU, es un bien fundamental que repercute en la sanidad, la seguridad y la calidad de vida de la gente.
La propia ONU advirtió que más de 2.500 millones de personas viven sin un sistema adecuado de saneamiento, mientras toneladas de desechos y basura son vertidas en los acuíferos del mundo.
Por otro lado, el Programa Mundial de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA), reportó que unos dos millones de toneladas de basura industrial y agrícola se vierten diariamente en los mantos acuíferos del mundo.
Una alerta oportuna que, sin embargo, nos hace preguntarnos si los esfuerzos de Naciones Unidas son suficientes para frenar la inconciencia de contaminar las fuentes de agua, frente a miles de empresas e industrias acostumbradas ya a las declaraciones y advertencias que no hacen mella en su criminal actividad.
Actividad que, entre otras cosas, sólo aumentará las ya devastadoras cifras de Naciones Unidas y comprometerá el bienestar de cada vez mayor número de seres humanos privados del derecho al agua, un bien que escaseará aún más en los próximos años debido al cambio climático.
Las estadísticas para América Latina son igual de alarmantes. Cada año mueren once millones de personas por falta de agua o por enfermedades transmitidas por agua contaminada en nuestra región. “Once millones de personas es el equivalente a toda la población de Guatemala, por ejemplo”, dijo la responsable de posproyectos de agua de la oficina regional de PNUMA para América Latina y el Caribe. Apenas un millón más que la población boliviana.
En estas circunstancias, el lema “Agua limpia para un mundo sano”, acuñado por la ONU para este 22 de marzo, no es más que una declaración hueca. Urge, pues, tomar conciencia. Necesitamos tomar cartas en el asunto y demandar a las industrias y a los países desarrollados que paren la barbarie.

martes, 23 de marzo de 2010

Protagonista del Día del Mar


El hecho de que las Fuerzas Armadas hubieran escogido el Día del Mar para estrenar el nuevo lema de Patria o Muerte, venceremos, fue importante sólo para los medios de comunicación, que agotaron páginas de diarios y minutos de noticieros debatiendo si éste era un lema socialista o no y si representaba realmente a la Nación boliviana.
Pero otra protagonista ganó las calles de manera silenciosa. Por primera vez se pudo advertir a batallones armados, vestidos de gala, empuñando gallardamente la wiphala. Así, la multicolor bandera resaltó entre los sones marciales con los que los bolivianos ratificamos nuestra indeclinable voluntad de retornar a nuestro mar.
Los escudos de las diferentes unidades uniformadas fueron estampados en este símbolo, consagrado como emblema nacional desde la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado.
Qué mejor momento que el recordar la Guerra del Pacífico y el heroísmo de Eduardo Avaroa para incorporar a la wiphala como parte de nuestra vivencia diaria. Qué mejor momento que éste para reconocernos también como aymaras y como quechuas. Qué mejor momento para izar los colores del arco iris y ratificar, de una vez y ojalá para siempre, la unidad del pueblo boliviano.
Y ojalá, también, que no esté lejano el día en que el oriental patujú, el otro símbolo patrio incorporado en la nueva Carta Magna, sea incluido en todos los actos oficiales.
Sólo de esa forma, dejando atrás la exclusión, que se expresa incluso en este tipo de detalles, haremos carne viva de todos aquellos principios con los que ahora caracterizamos al país.
Porque hasta ahora, los bolivianos vivíamos en dos mundos diferentes. Uno, el de la comunidad, del ayllu, donde la wiphala estaba siempre flameando bajo el frío sol del altiplano andino. Y el otro, el de las escuelas y los desfiles, en los que la bandera boliviana, la del rojo, amarillo y verde, flameaba en los centros físicos del poder y de la historia oficial.
Muchas veces, el mundo de la comunidad andina también se identificaba con la tricolor y recordaba los aniversarios patrios, pero lo hacía como vistiéndose para la ocasión, como saliendo de lo cotidiano, como engalanándose aún sabiendo que no iba a estar del todo cómodo.
No pasaba lo mismo, sin embargo, con la wiphala. Ella estaba siempre presente en todos nuestros actos sociales y culturales, incluidos los matrimonios, los nacimientos, los bautizos y las rut´uchas. También compartía los actos ceremoniales y el reconocimiento a las nuevas autoridades originarias.
Ayer, 23 de marzo, día emblemático que nos recuerda la importancia que tiene la defensa de nuestra integridad territorial, el cielo en occidente se llenó de los colores del arco iris.
Y sí, los militares gritaron Patria o muerte, venceremos. Y lo hicieron a todo pulmón. ¿Somos automáticamente socialistas por ese hecho? Evidentemente, no. Lo que sí ratificó este 23 de marzo es un hecho irreversible. Hoy somos un Estado plurinacional, en el que mestizos, quechuas, aymaras e indígenas del oriente, nos reconocemos como hermanos.

Kutimuy


Vuelvo a mis orígenes. Porque después de conocer el horror, después de un insomnio que me pareció perpetuo, después de que pensé que todo estaba dicho, me encontré con la oportunidad de volver a ser lo que soy: una periodista comprometida.
Y aquí estoy. Escribiendo nuevamente desde la dirección de un periódico. Embelesándome al saber que la vida es algo más que policías, ladrones, reos y narcotraficantes. Sorprendiéndome de nuevo en una ciudad que había olvidado. Devolviéndoles a mis hijos todo el tiempo que les he arrebatado y a mis amigos los vinos que les debo.
Reencontrándome con mi música, la que siempre sonó en mi corazón.Con dos celulares que son míos, sólo míos y que están autorizados a ser portadores de buenas noticias y alguna factura, pero absolutamente nada más. Volviendo a la red, de la que me había escabullido. Y diciendo mi palabra, en cada editorial.