viernes, 29 de junio de 2007

La verdad sea dicha II

Lo que dice el gobierno:
Branco Marinkovic y su familia se apropiaron ilegalmente de una extensión de 26.900 hectáreas en una reserva forestal de Guarayos. En el predio Yasminka se identificaron cuatro delitos: Intentaron demostrar mediante documentación fraguada ser poseedores de ese predio; presentaron actas y documentos públicos que contienen declaraciones falsas en el proceso de saneamiento; lograron que se verificara la Función Económico Social (FES) en 11.900 hectáreas, cuando en realidad, había evidencia de apenas 100 hectáreas en actividad productiva y 40 cabezas de ganado, es decir, FES sólo en 500 hectáreas; para que eso fuera posible, el juez tuvo que haber jugado algún dudoso papel, por lo que también se lo enjuiciará.

Lo que dice Branco:
"Sólo tengo una quinta en Porongo que no tiene mas de 16 hectáreas. Si mi familia tiene tierras, (éstas) les pertenecen a mis hermanas que es una herencia de mi padre, pero eso no quiere decir que sean ilegales y mal habidas. Son mis hermanas la que tienen una sociedad agropecuaria junto con otras personas, son tierras que están completamente saneadas y que producen alimentos para el país. En la superintendencia Forestal yo les puedo mostrar lo que yo respondí a una denuncia en 1997 sobre un desmonte ilegal. Esas tierras pasan a ser mías a través de un proceso judicial con el Banco Unión y un agricultor. Eso fue en el año 2002, en el mismo año, las transfiero a estas tierras a la empresa agropecuaria Laguna Corazón, las denuncias que se hicieron en su momento fueron contra la empresa agropecuaria no en contra de mi persona. Sin embargo ahora se me incluye en el proceso de una manera ilegal".

jueves, 28 de junio de 2007

La verdad sea dicha

El próximo 2 de julio se decretó feriado departamental en Santa Cruz para conmemorar por primera vez en la historia nacional el Día de la Autonomía.
En su argumentación, el Consejo Departamental afirmó que declaraba día festivo para permitir que la población participe de los actos de celebración.
Tuve la ventura de vivir en Santa Cruz durante cuatro años. Allí conocí al padre de mis hijos –cruceñísimo él-, allí me casé y allí nacieron mis dos hijos.
En ese tiempo, la convocatoria a un paro cívico era un mandato. La verdad sea dicha, hasta las moscas paralizaban vuelo en contra del centralismo de La Paz o protestaban contra la grave crisis económica que abatía a todo el país.
El año 2001, a pesar de la férrea resistencia de mi suegra, la verdad sea dicha nuevamente, volví a mi tierra, con familia y todo. No presencié entonces una serie de hechos que antes me hubieran parecido imposibles o, en el mejor de los casos, poco probables. Uno de ellos era que la hegemonía cívica estaba comenzando a resquebrajarse.
La lucha de varias de mis colegas periodistas contra lo que denominaron las logias que dominaban Santa Cruz era, en cierta forma, responsable de ese fenómeno. Pero el papel esencial fue jugado, sin duda, por la comprobación diaria de que el Comité Cívico de Santa Cruz defendía los privilegios de unos cuantos y no los de los cruceños de a pie.
La más sonora bofetada que recibieron los cívicos cruceños fue la alta votación obtenida por el MAS en las elecciones presidenciales de Santa Cruz, cuando ese partido logró captar el 33,1 por ciento de la votación total. La señal era clara. Si un 48 por ciento de la población cruceña había dado su voto al candidato de los grupos cívicos a la Prefectura, la ambigüedad de ese apoyo terminó consolidándose con un importante respaldo al partido de Evo Morales.
En los resultados de la Asamblea Constituyente, el MAS ganó, para mal de males de los grupos cívicos.
Desde entonces, ningún paro cívico cruceño ha sido obedecido de manera contundente. Vecinos organizados hacen la resistencia a las medidas patrocinadas por el Comité Cívico. Campesinos migrantes se enfrentan, cara a cara y de tú a tú con los dirigentes regionales y sus matones, los miembros de la Unión Juvenil Cruceñista. Los indígenas manifiestan públicamente su rechazo, aunque los cívicos los acusen de traidores a la región.
Debilitada la convicción, los cívicos acuden a la corrupción: poleras y sándwiches se distribuyen entre funcionarios de cooperativas públicas de servicios, todas controladas por las logias cruceñas. Medios de comunicación hacen coro al Prefecto y al Presidente del Comité Cívico, amenazados de muerte civil por inanición, comprados por una publicidad malhabida o unidos umbilicalmente a todo el entramado empresarial/cívico/prefectural. No faltan, y sin duda son la mayoría, ciudadanos incautos que todavía creen que el Comité Cívico les dará empleo o que de verdad están luchando contra el centralismo.
Y ése es el fondo de la cuestión. Mientras el Consejo Departamental declara feriado departamental, el gobierno denuncia que el Presidente del Comité Cívico, Branco Marinkovic, se apropió ilegalmente de más de 26 mil hectáreas de tierras en Santa Cruz.
La noticia está reflejada en todos los medios locales y dice textualmente que el viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz -el de la foto-, denunció que la familia Marinkovic se apropió en Santa Cruz de 27 mil hectáreas de tierras ubicadas en la provincia Guarayos.
Y no sólo eso. El viceministro dijo que la familia cometió delitos de falsedad material, falsedad ideológica y uso de instrumento falsificado. Por ello, se solicitará al Instituto Nacional de Reforma Agraria la anulación del proceso de saneamiento en dos de las haciendas de Marinkovic, los predios Yasmín y Laguna Corazón, ésta última ubicada en una reserva forestal creada en 1969 en la que existe prohibición expresa para otorgación de derechos de propiedad a particulares. Éstos son los privilegios que defiende el Comité Cívico de Santa Cruz. A los cruceños se les está cayendo la venda de los ojos. En hora buena.

miércoles, 27 de junio de 2007

Los extremos de la intolerancia

Hace dos semanas, los pueblos indígenas del oriente de Bolivia iniciaron una campaña nacional de comunicación en la que difundieron mensajes sobre la propuesta que presentaron a la Asamblea Constituyente.
La campaña consistió en la publicación y elaboración de varios materiales, entre ellos, tres gigantografías para publicidad en vía pública.
La imagen de esta entrada muestra una de esas gigantografías. Como es evidente, el mensaje no es agresivo, ni conculca derecho alguno. Es más, emite una frase inclusiva que apela a todos los bolivianos como sujetos de un Estado plural que admita de una vez por todas que más del 60 por ciento de su población tiene origen indígena y pertenece a una de las 36 nacionalidades o pueblos originarios identificados en este país.
El niño que se encuentra en la foto es tan cruceño y boliviano como cualquier otro, al igual que los indígenas aglutinados en las organizaciones de la Confederación de Pueblos Originarios del Oriente Boliviano (CIDOB) y de la Central de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), responsables de la campaña.
No pasaron diez días de instaladas las gigantografías en Santa Cruz, la urbe que se jacta de ser el motor económico de este país, que un grupo de unos cien jovenzuelos, conocidos y acostumbrados ya a la ley del garrote para acallar a quienes no piensan como ellos, se presentaron en los lugares donde se encontraban las gigantografías y golpearon, amenazaron de muerte y amedrentaron a los dueños de casa donde se encuentran las estructuras para las vallas, hasta que los obligaron a derribarlas.
Han pasado siete días desde estos hechos y desde que se hizo la denuncia pública, no sólo por agresión y amenazas, sino también por la imposibilidad de que los indígenas ejerzan uno de sus más elementales derechos: el de la libertad de expresión.
Sin embargo, nadie hizo nada. Ni el gobierno, ni los portavoces del modelo autonómico que hoy enarbola la democracia como una de sus principales banderas, al acusar al gobierno de totalitarista.
Pues bien: Éste es el modelo de país que nos ofrecen los grupos de poder del oriente boliviano: un país en el que se violan los derechos elementales de la gente, en el que se ignora el derecho a pensar diferente y en el que la impunidad es el premio a la intolerancia. Yo no quiero ese país, quiero una Bolivia diversa, llena de colores, de rasgos diferentes, de formas de pensar distintas que enriquecen el modo estrecho con que a veces percibimos el mundo.

martes, 26 de junio de 2007

Pueblos Unidos

Ésta es una imagen de Pueblos Unidos, la primera dotación para campesinos del Movimiento Sin Tierra de Bolivia.
“ Una conmovedora historia protagonizada por el Movimiento Sin Tierra de Santa Cruz muestra lo difícil que es acceder a la tierra en ese departamento. Su lucha se inició en 1999 y sólo siete años después dio sus primeros frutos. El camino es largo, todavía, pero está plagado de esperanza. Más de 500 familias de campesinos lograron, después de una lucha inclaudicable, demostrar que hay tierra detentada improductivamente y obligaron al Estado a repartirla”. Así comenzaba el artículo que escribí cuando visité el asentamiento en octubre pasado.
Ocho horas de viaje desde Santa Cruz nos trasladaron a la tierra donde los agroexportadores cruceños se asentaron, algunos para producir soya y exportarla, otros, como los que reclamaban la propiedad de las tierras en las que hoy se encuentra el asentamiento, para acapararla y especular hasta que hayan mejores precios.
La carretera asfaltada acaba justamente donde está ubicado la última hacienda soyera. Después…después nada, sólo un accidentado y tortuoso camino y el monte infinito. Lo mismo pasa con la energía eléctrica, disponible sólo hasta la hacienda aquella que tiene una antena parabólica. Eso para no hablar de hospital o posta sanitaria o de agua potable.
Si el “norte integrado” que han invadido los soyeros continúa avanzando hacia el asentamiento, lo hará con sus postes de luz y mezquinando metros de asfalto, sólo hasta donde termina la hacienda. Después…después nada, sólo monte y monte en unas tierras que no tienen nada, sólo dueños.

La primera huella

Hace unos cinco años, cuando la palabra blog era totalmente extraña a nuestro vocabulario, me encontré con uno. Quedé alucinada con la posibilidad de escribir un diario personal, publicarlo, dejar que quien quiera leerlo lo lea y quedar así vulnerable, transparente, frente al mundo. Y, por supuesto, en la actualidad no pasa un día sin que recorra, uno por uno, esos mundos de dios regados por la blogsfera.
Coincidentemente, desde hace cinco años, escribo en mis propios diarios, para dejar huella de mi coyuntural paso por la vida, de este segundo en la eternidad del Universo que es mi vida.
Lo hago para que mi hija comprenda –dentro de unos años, cuando estemos frente a frente en el cuadrilátero de la relación madre/hija- que soy mujer como ella, con mis propias visiones, mis construcciones, mis devastadoras destrucciones y mis angustias. Y mis sueños, mis reportajes, mis vivencias, mis emociones.
Quedó entonces planteado el desafío: ¿Me animaría yo a que alguien me descifre?
Hoy, después de tanto tiempo, estoy aquí. Y este espacio será testigo de todos mis alumbramientos: de lo que hago como periodista, de las descripciones de aquellos lugares a donde voy, de las aventuras que tengo al intentar cumplir la responsabilidad de criar a dos personas de bien, de lo que miran mis ojos y lo que siente mi corazón y de este pedazo de historia que mi país me dio el privilegio de compartir.
Dice un dicho muy popular: si el cielo te da limones, aprende a hacer limonada. Pues bueno, si yo disfruto tanto de escribir ¿qué estábamos esperando?