martes, 28 de agosto de 2007

Poniendo las cosas en claro


Foto de EFE, sobre el vandalismo en Sucre, la semana pasada.

- El tema de la capitalidad tiene el potencial de generar un grave enfrentamiento entre Chuquisaca y La Paz. No obstante, no fue Sucre y tampoco fueron los paceños los que pusieron este tema en el tapete. Fue Uno de los cachorros de la oligarquía a quien su partido (PODEMOS) le “reprendió” por haber actuado a título personal.
- La oligarquía estuvo utilizando el tema de la capitalía no en defensa de los intereses de Sucre, sino para resguardar sus propios intereses. En más de una ocasión, intentó utilizar el tema de la capitalía como carta de negociación para lograr que el MAS y todos los partidos aliados al gobierno cedieran mayores atribuciones para sus regímenes autonómicos, chantajeando al país con hacer de la capitalía su bandera si esto no sucedía.
- Las atribuciones que pretenden para sus gobiernos regionales feudales son: Regulación de migraciones, control de recursos naturales y capacidades legislativas, es decir, un parlamento hecho a su medida, que sesione en sus regiones y legisle sobre los temas que ellos consideren pertinentes, aún si esos temas atingen a todos los bolivianos. Todo esto, coronado con su propia fuerza pública, es decir, policía, que reprima a quien se atreva a contradecir los mandatos de estas estructuras. Lo plantean así, sin ambages, en el Estatuto Autonómico presentado por las logias cruceñas en julio pasado.
- En una jugada digamos estratégica, el MAS aprobó una resolución en la que sacó el tema de la capitalía de la agenda de la Asamblea Constituyente. Seguramente sabía que corría riesgos, pero estuvo dispuesto a enfrentarlos, quizá subestimando la capacidad de la oligarquía de articularse con cualquier pretexto, a falta de un líder que pudiera dirigirla como se merece una oposición que se llame tal cosa.
- La subestimación planteaba un escenario en el que Sucre terminaría aislado. Sin embargo, gente que carecía de toda representatividad logró movilizar especialmente a universitarios y a funcionarios municipales. Así, la huelga de hambre iniciada logró masificarse, llegando a más de 40 piquetes ayunadores y despertando la solidaridad del espíritu justiciero que reina en los bolivianos en momentos de confrontación.
- Sacar el tema de la agenda así por así, cuando ya ha hecho carne en algunos sectores de la población, es una jugada de alto riesgo, como el propio gobierno sostuvo. Pudo haberse buscado una solución más sabia, como dejar este tema para un referéndum. ¿A qué le tememos? ¿Acaso Haydee Nava, la alcaldesa de Sucre, podría ratificarse en su petición cuando se le solicite respaldar su demanda con capacidades concretas? ¿No se podía desenmascarar semejante irresponsabilidad y mostrarla tal como es, demagogia pura? ¿Sucre puede ser la sede de los poderes en este momento? ¿Tiene infraestructura suficiente, cuando se tuvo que habilitar un teatro para que sesionara la Constituyente, ante la falta de escenarios? ¿Una ciudad en la que la Alcaldesa ni siquiera puede garantizar alcantarillado –seguramente por falta de recursos y quizá por su pequeñez poblacional- para las casas ubicadas a diez cuadras del centro? ¿Una ciudad que no tiene aeropuerto, pues el que tiene es uno de los más riesgosos del país, puede ser sede de gobierno? ¿Una ciudad que tiene sólo dos accesos al centro y, por lo tanto, es mucho más vulnerable que cualquier otra en el momento de crisis y de resguardar la seguridad de todos, de los habitantes y de las autoridades, puede ser sede de gobierno? ¿No nos mostraron los acontecimientos de junio de 2005, lo que puede llegar a pasar en Sucre cuando existe una coyuntura de movilización? ¿No tuvieron que escapar diputados y senadores, oficialistas y opositores, al primer estallido de un cachorro de dinamita? ¿No hubo uno, Carlos Sandy, a quien le dio infarto cardiaco por el susto? ¿No escapó por los techos Hormando Vaca Diez, vestido y alborotado para recibir la Presidencia de la República, ante el temor de ser linchado? ¿Cómo es posible entonces la intransigencia de esta alcaldesa? ¿Por qué no nos decimos la verdad?
- Y si Sucre ganara en el referéndum, pues en buena hora. Sería momento de planificar, de evaluar potencialidades o de crearlas, si éstas faltaran. Sería el momento de, por primera vez en la historia de Bolivia, planificar una ciudad, para evitar el estallido migratorio de otras, como Santa Cruz, que de pronto se vieron invadidas por migrantes que, por supuesto, no llevan consigo su escuela y su hospital. Sería la oportunidad de hacer bien las cosas, para evitar que otras regiones sufran, como La Paz.
- Si el tema se llevara a referéndum, podría asegurar que Sucre no ganaría la pulseta. El país sabe que Bolivia no puede emprender semejante tarea, como es un traslado de sede de gobierno, en un contexto en el que la pobreza es la prioridad número uno. Y Sucre también lo sabe.
- Por eso ahora, estos oportunistas plantean la confrontación y la mentira, la irracionalidad y el desquicio. Por eso ahora tienen el descaro de decir que defienden la democracia, cuando siempre atentaron contra ella. Por eso ahora tienen el tupé de decirnos que quieren el bienestar, utilizando a niñitos inocentes en sus spots publicitarios, cuando sin mayor problema saquean casas, roban a locales públicos, apalean a quien se pone enfrente y agreden a quien se atreve a contradecirlos. Democracia para cometer actos vandálicos. Democracia para imponer el régimen del terror, como lo hicieron en Cochabamba, en Santa Cruz y ahora en Sucre. Democracia para cometer crímenes impunemente, como en la madrugada de ayer, cuando atropellaron (leyeron bien) ATROPELLARON a un gremialista con uno de sus automóviles.
- ¿Y dónde está el gobierno? ¿Dónde está la sanción para estos delincuentes? Y es más: ¿Dónde están los defensores de la democracia? ¿Dónde están los reciclados y toda la casta de intelectuales cortesanos que se vendió al gonismo como se vendió ahora a la oligarquía y se llena la boca de la palabra democracia?

martes, 14 de agosto de 2007

Ese día, Daniela, ya está marcado

Como nunca sucede, me llamaron de Aerosur para decirme que, como estaba en lista de espera, podía confirmar mi retorno de Santa Cruz a La Paz por la noche del martes siete de agosto.
Desesperada por volver a ver a mis hijos, agarré como pude las maletas y corrí a Viru Viru.
Me dieron el pase a bordo y entonces corrí, corrí, corrí por la manga hasta la puerta del avión. Pero allí me detuvo la supervisora de azafatas para decirme que no, no podía abordar, pero que no me preocupara porque en cinco minutos más salía otro avión también directo rumbo a La Paz y que iba a irme en esa nave.
Con la garantía de la azafata, volví a la sala de abordaje. Efectivamente, a los cinco minutos, abordé otro avión, repleto de pasajeros, muchos de ellos jóvenes extranjeros, de no más de veinte años, que aparentemente venían en delegación.
Partimos puntualmente a las 20:45. Habrían pasado unos siete minutos desde el despegue, cuando escuchamos una explosión y un ruido sordo se instaló en el avión, que empezó a perder altura. Tenemos un percance técnico y debemos volver a Santa Cruz, dijo el capitán por el altavoz. Entonces caí en cuenta de que era grave. Estaba al medio de dos extranjeras. Una de ellas intentó pararse, vino una pálida azafata y la obligó a sentarse nuevamente. Yo miraba a ambos lados de la ventanilla y en la oscuridad de la noche no se veía nada. No sabía si estábamos sobre una montaña, sobre un río o sobre una comunidad. Pensé en pararme y coger mi celular, para decirles a mis hijos y a mi madre que los amo, pero era imposible.
Divisamos entonces las luces de la ciudad. Volando cada vez más bajo, dimos como tres vueltas a la ciudad, con las luces cada vez más cerca. En esos breves instantes de locura, cuando la muerte te susurra al oído que ella siempre estuvo allí, sólo que tú nunca te diste cuenta, estamos más abajo, pensaba yo, será más fácil saltar. Cuando la razón volvía a mi cerebro, me reía de mis propios pensamientos.
Finalmente aterrizamos y todos aplaudimos. En el aeropuerto estaban los bomberos. Volvimos a la sala de preembarque y allí increpamos al piloto. ¿Qué pasó? Le preguntamos. Estalló un motorcito, pero no se preocupen, los aviones tienen tres, nos dijo.
Los extranjeros no querían volver a abordar el avión. Algunos de nosotros tampoco. Comenzó a dolerme la cabeza y no pude más. Llamé a mi jefe y le conté, para desahogarme, todo lo que había pasado. Escuché entonces una frase extraña pero sabia, que logró tranquilizarme: No te preocupes, Daniela, ese día, el que sabemos, ya está marcado en el calendario y no es hoy.
Menos mal, porque todavía tengo mucho por hacer.

A otro conductor suicida

Viendo cómo te perdiste, ilusa de mí, creí que una conversación contigo podría ayudar. Como si la vida no me hubiera enseñado ya las lecciones que me llevaron a perder a uno de los seres que más quise en la vida; como si el tiempo no hubiera pasado y se hubiera reencarnado en ti todo el sufrimiento; como si no supiera que era en vano; como si no me arriesgara, sabiendo que lo hacía, a que me insultaras; me metí en la tonta misión para salir de ella sabiendo que, simple y llanamente, no se puede. Convencida al fin, sólo me queda dedicarte esta estrofa del maestro Joaquín Sabina:

”No es asunto tuyo, me dirás, y punto”
pero reconoce que es crudo aceptar
que no hay ser humano que le eche una mano
a quien no se quiere dejar ayudar,
y búscate la vida,
en dirección prohibida,
pero no impedirás que levante mi vaso
a tu mala salud y te invite a brindar,
muerta la amistad sabe igual que el fracaso
y a los dos nos gusta el verbo fracasar

Foto de www.drogasno.com.mx

La resistencia guaraní



El 28 de enero de 2005, apenas unos días después de que los oligarcas cruceños y tarijeños se declararan a favor de las autonomías departamentales y nos mostraran el modelo de Estado que nos quieren imponer, los guaraníes dejaban en claro que estaban asentados incluso antes de la Colonia en los territorios que ahora los cívicos reclamaban para sí y advertían que no aceptan ni aceptarán que estos grupos que hoy se expresan en los comités cívicos y prefecturales, sigan usurpando su territorio y riqueza y mucho menos hablen a nombre suyo bajo el lema de autonomía.
Los guaraníes dejaron sentada su posición en un comunicado público que recordaba los 113 años de la Masacre de Kuruyuki, ocurrida en 1892, cuando varios militares que ejercían cargos públicos en la prefectura y en la delegación presidencial, con ayuda de mestizos cruceños y chaqueños, masacraron a más de seis mil chiriguanos y fusilaron a sus líderes en Santa Rosa de Cuevo, por haberse rebelado a un estado minero feudal que pretendía arrebatarles sus territorios.
Este pueblo de profunda historia de lucha y resistencia contra los españoles y luego contra los mineros y los terratenientes de la República, reclama el derecho de participar de los beneficios de la renta generada por la explotación del gas existente en su territorio.
Luchan cotidianamente contra las empresas petroleras. Éstas los dividen, los enfrentan unos con otros, compran dirigentes, utilizan a sus organizaciones, imponen sus condiciones, dicen con quién deben hablar y con quién no, escogen y definen las reglas de juego, invaden y contaminan sus territorios.
Por eso, cuando exigen conocer las leyes se sorprenden de los derechos que les asisten. Por eso, pidieron que se les explicara párrafo por párrafo, artículo por artículo, el Reglamento de Consulta y Participación de Pueblos Indígenas en la Ley de Hidrocarburos, para aprehender cada letra, cada palabra, cada punto y cada coma, y así tener con qué defenderse.
Decididos, determinaron conformar sus comités indígenas de monitoreo socioambiental para operaciones hidrocarburíferas, cansados del abuso y la contaminación causada por la industria petrolera.
Pero sobre todo, ratificaron lo que dijeron en enero de 2005: El proceso autonómico impulsado desde los sectores oligárquicos sólo busca romper la unidad y la integridad territorial de la nación boliviana. Los guaraníes estarán, como estuvieron en la Colonia y en la República, prestos a defender a los pueblos indígenas y a sus territorios, por un país más justo y equitativo.
Hoy tienen dos instrumentos legales que les favorecen y no están dispuestos a desaprovecharlos. Los cincuenta capitanes y capitanas que participaron de un taller que impartimos en Charagua saben que en sus manos está la responsabilidad de difundirlos a sus pueblos.

El pronunciamiento público al que hacemos referencia se encuentra en este sitio web para quien quiera leerlo:
http://www.derechos.org/nizkor/bolivia/doc/guarani1.html

viernes, 10 de agosto de 2007

El desfile

Un grupo de militares en un desfile en Charagua, recordando el aniversario patrio.

Los caminos de mi vida


Así es todo el trayecto de El Espino a Charagua.

Boquerón abandonado

Cuando me dijeron que debíamos viajar a Charagua a dar un taller a compañeros guaraníes, lo primero que hice fue buscar dónde quedaba ese lugar en el mapa de Santa Cruz.
Cuando ubiqué que se encontraba cerca de Camiri me tranquilicé, pues la nueva carretera permite hacer en seis horas lo que antes demoraba trece. Ésa es, quizá, la mejor carretera de Bolivia.
La escasez de tiempo no me permitió hacer más averiguaciones.
Partimos de Santa Cruz a eso de las cinco de la tarde, rumbo, primero, a Abapó. Allí compramos música, para hacer un poco divertido el viaje, presintiendo quizá lo que nos esperaba.
Los tres mosqueteros, dos varones y una fémina, yo, nos embarcamos entonces por un lugar denominado El Espino, rumbo a nuestro destino final: Charagua.
Apenas 40 kilómetros después encontramos una señal vial que nos decía que debíamos doblar a la izquierda. Ahí comenzó la odisea. Cuatro horas de un camino imposible, de apenas ochenta kilómetros. Ni una luz en la lejanía, sólo la luna amarilla iluminando apenas aquellos parajes desconocidos para mí. Una tierra árida y seca, agreste, difícil.
Pero no hay sacrificio que no tenga recompensas. Y ésta fue una de las mejores que tuve en la vida. Llegamos por fin a la Estación Charagua. Desde allí nos indicaron que el pueblo estaba a siete kilómetros. Los avanzamos rápidamente y ahí estaba, esperándonos con los brazos abiertos: Boquerón, el centinela del Chaco boliviano.
¡Habíamos llegado al célebre bastión de la Guerra del Chaco! No daba crédito a mis ojos y no pude contenerme. ¿Esto es Boquerón? Le pregunté a un militar del cuartel. Sí, me respondió, inconmovible. ¿El de la canción? Sí, me reiteró. ¿El de Boquerón abandonado, sin comandos ni refuerzos, es el mismo? El mismo, me dijo, ahora con una amplia y orgullosa sonrisa en el rostro.

¡Estábamos allí, donde nuestros soldados combatieron durante 23 días a los soldados paraguayos! Allí, donde hay un museo en el que existe una raída bandera boliviana utilizada en la contienda. Allí, donde está el Santo Pila, la imagen de yeso de un niño pequeñito, desfigurado por las inclemencias de la guerra, a quien una mujer le suplicó que su esposo retornara. Donde existe un teléfono, hermosa reliquia de guerra, bien conservado gracias a los charagueños.Y un cráneo, del soldado desconocido, que yo toqué sintiendo estremecimiento en todo el cuerpo, como si de pronto toda la guerra se agolpara en mi cabeza.

Miro hacia atrás y recuerdo el barrizal intransitable. No ha cambiado nada para Charagua, después de tantos años. Boquerón sigue abandonado y cómo duele entonces la patria, cómo duele la guerra entre dos pueblos hermanos. Y, sobre todo, cómo duele el abandono de los ex combatientes, la falta de consideración, el desdén contra nuestros ancianos, los mismos que, cada vez en menor número, nos recuerdan que una vez hubo una guerra, de catastróficos resultados para los dos países, una guerra fratricida, inútil, insulsa, que sólo nos trajo dolor y muerte.
Charagua se ganó mi corazón. Juré volver allí con mis dos hijos, para que nunca olviden nuestra historia.

La entrada triunfal de los Ponchos Rojos

Así llegó la gente al Aeropuerto El Trompillo, en tropel, con toda la familia. Miles de personas se dieron cita en ese lugar desde las seis de la mañana. A las diez, todo el trayecto de la parada militar estaba atiborrado de espectadores.
El aeropuerto se vistió de rojo, amarillo y verde, los colores de la bandera que, el 7 de agosto, fue más boliviana que nunca en Santa Cruz.
Se suponía que afuera estarían las comparsas carnavaleras, esperando a ver si se producía algún agravio a Santa Cruz. Se suponía que la gente no iba a salir de su casa, que haría vigilia puertas adentro. Se suponía que nadie iría a ver la parada militar. Se suponía que esto era una provocación. Se suponía que el Prefecto cruceño iba a irse si se sentía incómodo. Se suponía que podía haber enfrentamientos. Se suponía que era una anécdota, un absurdo.
Ningún supuesto de los que regaron los cívicos y sus funcionarios se cumplió.



En lugar de eso, así recibió la gente a los Ponchos Rojos. Con gritos de "Bravo Ponchos Rojos", con aplausos y bienvenidas. Emocionada al retumbar de los pututus, aplaudiendo a cada delegación de pueblos indígenas. El Trompillo fue escenario de una nueva derrota contra la oligarquía.













jueves, 9 de agosto de 2007

SER cruceño

Para los agoreros- utilizando la palabra como sinónimo de atrabiliarios- , la parada militar que se realizó en Santa Cruz el pasado 7 de agosto, iba a ser “una anécdota más en el anecdotario de lo absurdo”.
Como sucede siempre con la hipocresía, la verdad salió a la luz. A pesar de ellos, de los racistas y discriminadores, el desfile indígena y militar fue la oportunidad para que miles de cruceños acudieran al Aeropuerto El Trompillo a decir su voz, esa voz siempre ignorada por los logieros y sus empleados de a peso; esa voz que grita a todos los vientos la identidad nacional de quienes viven en Santa Cruz; esa voz que se identifica con occidente, porque en él encuentra a sus raíces, a sus abuelos, a sus padres y a sus hermanos. Esa voz que defiende la unidad nacional por encima del modelo elitista y excluyente de la oligarquía cruceña.
La voz de quienes saben bailar cueca, a diferencia de la Miss Bolivia. La voz de los que sellaron la boca de algunos dirigentes vendidos, que tuvieron el cinismo de manifestarse “dolidos, porque sus compañeros fueron encerrados en galpones, en condiciones infrahumanas”, respondiéndoles: “así vivimos siempre, pero cuando los indígenas van a occidente los recibimos con fiesta y con apthapi, en cambio a ustedes ni siquiera los vimos porque ahora ni se dignaron a visitarnos”.
La voz de los indígenas cruceños, de la mano de sus organizaciones, bailando con tamborita. La voz de los asombrados, que acudieron a ver si pasaba algo. La voz de los incrédulos. La voz de las víctimas de las dictaduras, la voz de los Testigos de Jehová, orando por nuestra patria.
Y allí estuvieron los cruceños y los migrantes, estrechándose la mano y reconociéndose como miembros de una sola familia, participando en una fiesta en la que sólo estuvieron ausentes los logieros, el comité cívico y sus damas acostumbradas a hacer dieta.
La Bolivia nuestra, la Bolivia que defendemos, la Bolivia que amamos y de la que reniegan estos grupos, estuvo allí, más unida que nunca, diciendo Presente. Gritando a los medios ¡Digan la verdad, aquí estamos los cruceños, saludando a los ponchos rojos! ¡Somos hermanos, bienvenidos! ¡Muera la Media Luna!
No hubo ni un solo helicóptero que pudiera mostrar la dimensión de la concentración de gente. Y, como era obvio, los medios la minimizaron. Es más: ante la evidencia, cambiaron de discurso. “Es natural, dijeron, Santa Cruz siempre fue hospitalaria”.
Hospitalaria a pesar de ellos, sí señor. Hospitalaria a pesar de su campaña taimada, sí señor. Hospitalaria a pesar de su doble moral, sí señor.
Santa Cruz es lo que yo conozco: Un grupículo de ladrones de tierras, latifundistas y de usurpadores de los recursos públicos de las cooperativas de servicios, que contrató como a otro de sus peones a periodistas y directores de medios de comunicación para dominar y acallar a miles de personas que, aunque callan, piensan por sí mismas y hacen honor a lo que significa SER cruceño.
Pdta. Muchas, pero muchas fotos, en cuanto pueda bajarlas de mi cámara.

lunes, 6 de agosto de 2007

Ya está bueno, carajo

Sabía que debía estar preparada para escuchar cualquier cosa, pero nunca me imaginé hasta qué punto.
Estoy en Santa Cruz desde hace dos días y, desde entonces he escuchado frases como estas:
- A qué están viniendo estos indios aquí?
- Las comparsas de carnaval deben estar en las calles dispuestas a defender Santa Cruz de cualquier agravio.
- Quién querrá ir a ver la parada militar, si los indios son tan feos?
- Cuidado que van a venir armados. Van a traer sus fusiles, Mauser dicen que son.
- Vaya a comprar pan porque dice que ni hoy, ni mañana, ni pasado habrá nada en los mercados, todo van a cerrar porque vinieron los indios.
- Bolivia se está volviendo como México. Los pobres hacendados van a tener que poner guardias en sus haciendas.
- Miren, miren, los aviones, seguro que mañana nos van a querer invadir!
- Mejor no salir mañana, va a correr sangre aquí.
Pero la mejor de todas, quizá porque hasta yo me identifico con ella, fue ésta:
- Ya está bueno, carajo, de tanta pelea, quiero vivir en paz.