Para los agoreros- utilizando la palabra como sinónimo de atrabiliarios- , la parada militar que se realizó en Santa Cruz el pasado 7 de agosto, iba a ser “una anécdota más en el anecdotario de lo absurdo”.
Como sucede siempre con la hipocresía, la verdad salió a la luz. A pesar de ellos, de los racistas y discriminadores, el desfile indígena y militar fue la oportunidad para que miles de cruceños acudieran al Aeropuerto El Trompillo a decir su voz, esa voz siempre ignorada por los logieros y sus empleados de a peso; esa voz que grita a todos los vientos la identidad nacional de quienes viven en Santa Cruz; esa voz que se identifica con occidente, porque en él encuentra a sus raíces, a sus abuelos, a sus padres y a sus hermanos. Esa voz que defiende la unidad nacional por encima del modelo elitista y excluyente de la oligarquía cruceña.
La voz de quienes saben bailar cueca, a diferencia de la Miss Bolivia. La voz de los que sellaron la boca de algunos dirigentes vendidos, que tuvieron el cinismo de manifestarse “dolidos, porque sus compañeros fueron encerrados en galpones, en condiciones infrahumanas”, respondiéndoles: “así vivimos siempre, pero cuando los indígenas van a occidente los recibimos con fiesta y con apthapi, en cambio a ustedes ni siquiera los vimos porque ahora ni se dignaron a visitarnos”.
La voz de los indígenas cruceños, de la mano de sus organizaciones, bailando con tamborita. La voz de los asombrados, que acudieron a ver si pasaba algo. La voz de los incrédulos. La voz de las víctimas de las dictaduras, la voz de los Testigos de Jehová, orando por nuestra patria.
Y allí estuvieron los cruceños y los migrantes, estrechándose la mano y reconociéndose como miembros de una sola familia, participando en una fiesta en la que sólo estuvieron ausentes los logieros, el comité cívico y sus damas acostumbradas a hacer dieta.
La Bolivia nuestra, la Bolivia que defendemos, la Bolivia que amamos y de la que reniegan estos grupos, estuvo allí, más unida que nunca, diciendo Presente. Gritando a los medios ¡Digan la verdad, aquí estamos los cruceños, saludando a los ponchos rojos! ¡Somos hermanos, bienvenidos! ¡Muera la Media Luna!
No hubo ni un solo helicóptero que pudiera mostrar la dimensión de la concentración de gente. Y, como era obvio, los medios la minimizaron. Es más: ante la evidencia, cambiaron de discurso. “Es natural, dijeron, Santa Cruz siempre fue hospitalaria”.
Hospitalaria a pesar de ellos, sí señor. Hospitalaria a pesar de su campaña taimada, sí señor. Hospitalaria a pesar de su doble moral, sí señor.
Santa Cruz es lo que yo conozco: Un grupículo de ladrones de tierras, latifundistas y de usurpadores de los recursos públicos de las cooperativas de servicios, que contrató como a otro de sus peones a periodistas y directores de medios de comunicación para dominar y acallar a miles de personas que, aunque callan, piensan por sí mismas y hacen honor a lo que significa SER cruceño.
Pdta. Muchas, pero muchas fotos, en cuanto pueda bajarlas de mi cámara.
jueves, 9 de agosto de 2007
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