miércoles, 24 de marzo de 2010

Un dato demoledor



Las enfermedades que se propagan por la carencia de agua potable en el mundo causan la muerte a 1,5 millones de niños al año. Es decir, cada 15 segundos, un niño muere por una enfermedad causada por la falta de agua potable.
Un dato demoledor, tomando en cuenta todos los avances científicos de los países desarrollados, que demuestra la indiferencia de éstos frente a una problemática tan sensible como es el acceso al agua.
En su nueva Constitución Política del Estado, Bolivia determinó que el agua es un derecho humano. Aunque prácticamente en solitario, el jefe de Estado insiste en foros internacionales que esta iniciativa sea adoptada por otros países y vemos cada vez mayores esfuerzos de algunos países por hacerle comprender a los pueblos del mundo la gravedad de la situación, frente a los oídos sordos de los que hacen gala sus respectivos gobernantes.
Conocer una información como la que antecede a estas líneas, debería ayudar a entender que el acceso al agua potable es una condición mínima sin la cual no es posible hablar de equidad e igualdad.
Los datos fueron revelados en un informe oficial de la Organización de Naciones Unidas, en ocasión de que el 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua.
Los niños son las principales víctimas de la falta de agua potable. Pero también lo son las mujeres, porque, como bien dice la ONU, es un bien fundamental que repercute en la sanidad, la seguridad y la calidad de vida de la gente.
La propia ONU advirtió que más de 2.500 millones de personas viven sin un sistema adecuado de saneamiento, mientras toneladas de desechos y basura son vertidas en los acuíferos del mundo.
Por otro lado, el Programa Mundial de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA), reportó que unos dos millones de toneladas de basura industrial y agrícola se vierten diariamente en los mantos acuíferos del mundo.
Una alerta oportuna que, sin embargo, nos hace preguntarnos si los esfuerzos de Naciones Unidas son suficientes para frenar la inconciencia de contaminar las fuentes de agua, frente a miles de empresas e industrias acostumbradas ya a las declaraciones y advertencias que no hacen mella en su criminal actividad.
Actividad que, entre otras cosas, sólo aumentará las ya devastadoras cifras de Naciones Unidas y comprometerá el bienestar de cada vez mayor número de seres humanos privados del derecho al agua, un bien que escaseará aún más en los próximos años debido al cambio climático.
Las estadísticas para América Latina son igual de alarmantes. Cada año mueren once millones de personas por falta de agua o por enfermedades transmitidas por agua contaminada en nuestra región. “Once millones de personas es el equivalente a toda la población de Guatemala, por ejemplo”, dijo la responsable de posproyectos de agua de la oficina regional de PNUMA para América Latina y el Caribe. Apenas un millón más que la población boliviana.
En estas circunstancias, el lema “Agua limpia para un mundo sano”, acuñado por la ONU para este 22 de marzo, no es más que una declaración hueca. Urge, pues, tomar conciencia. Necesitamos tomar cartas en el asunto y demandar a las industrias y a los países desarrollados que paren la barbarie.

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