viernes, 14 de enero de 2011

Yo no sé mañana

Yo no me había percatado hasta que le conté lo que pasó a una de mis mejores amigas. "Oye, tus diciembres son desastrosos", me dijo y, después de pensar un poco, estoy convencida que mis últimos diciembres han sido francamente malos. El ocho de diciembre desperté de un sueño medio extraño, algo así como un presentimiento. Cuando llegué a mi oficina, estaba esperándome mi memorandum de despido. Fue todo tan intempestivo, que lo único que logré hacer, en medio de la confusión, fue firmar el memorándum. Bendita la hora en que lo hice, porque cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho ya era muy tarde, yo ya había ido a que me dijeran cuánto era lo del finiquito, había asumido mi destitución, había hablado con el directorio, es decir, había recorrido un camino sin retorno.
Y bueno, sí, la indemnización sirve, es un dinero inesperado que agradezco. Y sí, sé que conseguiré trabajo pronto, que no debo preocuparme, que hay que tener paciencia y muchas otras cosas que a esta altura se han convertido en verdades de perogrullo que no sacan de mi ánimo esta sensación de descontrol.
Haciendo planes para un viaje al exterior, tomándome el tiempo para terminar de descansar lo acumulado el 2009 -sí, retroactivamente- y aprovechando para enseñarles inglés a mis enanos, intenté pasar el tiempo.
Tenía el propósito de escribir aquí lo bueno y el balance del año que pasó, pero ese plan fue cruzado por otro mejor: tomarme un vinito sola y escribir lo que se me ocurra. Total, por este pobre blog ya no se debe asomar ni mi marido.
No hubo mucho espíritu navideño por estos lares. Me rebelé en redondo a hacer la consabida picana, así que probé con otra receta que resultó un fiasco, como muchas otras cosas este último tiempo. Es que tenía todo, menos carbohidratos, es decir, papa, arroz, o fideo.
El 25 llegó el pelotón Melendres a mi casa. Me apena mucho que lleguen justo cuando estoy desanimada, cuando lo que menos quiero es estar de anfitriona y lo malo es que cuando no quiero, no quiero no más y soy la persona más aburrida que existe. Otra vez, desperdicíé la oportunidad de mostrarles mis cuadernos a mis sobrinas, de hacerlas mis cómplices, mis cuatas. Las dejé a su suerte y deben pensar que soy la tía mala, la del lunar en la nariz, el precio que deben pagar por venir a La Paz por unos días.
El domingo 26 fuimos todos a Copacabana pero mejor ni hablar del gasolinazo, así que paso de largo. El 31 de diciembre perdí mi celular. Había despotricado tanto contra el pobre blanquito que decidió abandonarme. Yo no contaba con que se iba a llevar toda mi agenda telefónica, así que me quedé desconectada del mundo. Por favor, mándenme por correo sus celulares para que pueda llamarlos y desearles feliz año nuevo, aunque sea en San Juan.
En la fiesta de año nuevo la pasamos bien, conocimos a otra pareja a la que le juramos amor eterno y hasta ahora no llamamos.
Hace unos días celebramos el cumpleaños de Chalinet, que estrenó nuevo corte de pelo igual que Abril, que quedó preciosa. Quise subir las fotos para compartirlas, pero resulta que presté mi cámara y me la devolvieron sin el cable USB, jurando por todos los santos que no, que no estaba cuando la presté. Así que tendré que esperar a tener los 33 dólares que cuesta el cable para poder subir las fotos.
Y claro, sí, compré otro celular, uno chino, por la tele y los dos chips, pero resulta que nunca lo pude cargar y cuando fui a devolverlo, el chico de la tienda mojó con su saliva su dedo índice, lo pasó por el contacto con la batería y el celular funcionó, así que me volví con él a la casa. Mi saliva debe ser de menor calidad, porque ni con ella quiere andar el desgraciado.
Entre año nuevo y hoy, me prometí como veinticinco mil veces que empezaría el año nuevo. Que elaboraría mi nuevo cuaderno, que me pondría las pilas, que arrancaría. Pero, después del pelotón Melendres, llegó la terre Camila, mi preciosa, y esperábamos iniciar los festejos a Sergei, plan que al final también se frustró. Ahora estoy esperando al Caballero, para ver si nos animamos a ir con Sergei, con Sammy o a la velada de la Kullaguada.
Al fin de cuentas, como dice el subtítulo de este blog, mi vida es lo que sucede mientras yo hago otros planes. No sé si tú, no sé si yo, seguiremos siendo como hoy, para qué pensar y suponer, no preguntes cosas que no sé, no sé dónde vamos a parar, para qué jurar y prometer algo que no está en nuestro poder, no me pidas algo que es del tiempo. Yo no sé mañana, si estaremos juntos, si se acaba el mundo, no sé si soy para ti, si serás para mí, si lleguemos a amarnos o a odiarnos, yo no sé mañana quién va a estar aquí. Yo no sé mañana, la nueva cancioncita que signará mi enero. Creo que mejor me acabo el vino aquí y me sigo deprimiendo rico. Esta vida es una ruleta que gira sin parar, yo no sé cómo será el final, puede ser peor o mejor, dejemos que el corazón decida, estamos solos tú y yo y los momentos hay que vivirlos.

3 comentarios:

Vania B. dijo...

Nena, harto te extraño. Ando con un poco más de tiempito a partir del miércoles. Llamame plis. 77216283.

Besos.

Daniela Otero dijo...

Yo también te extraño. Ya anoté tu celular, te llamo el jueves, ojalá podamos hacer algo. Necesito saliiiiir!

La Vero Vero dijo...

A mi marido lo operan mañana de la nariz así que sería medio canalla salir, pero avísenme para vernos.

Ya hace falta. Comencemos el año cumpliendo nuestras citas comprometidas! jé!

Abrazos!!!!