Poniendo al día la pila de papeles que están sobre mi escritorio, me encontré con una parte de mí. Aquella parte que emerge de vez en cuando para mostrarme el camino y enseñarme a dejar huella.
El primer post propiamente dicho que subí a este blog fue uno dedicado a la comunidad de Pueblos Unidos, asentamiento que el año 2007 se constituyó en la primera comunidad del Movimiento Sin Tierra reconocida oficialmente por el Estado boliviano.
Cuando llegué allí, el asentamiento estaba de fiesta, pues iba a recibir sus títulos de propiedad. Llegamos al amanecer y cruzamos el río que se ve en esta foto, mucho más crecido pues era época de lluvias.
Una vez más me sorprendió cómo la gente puede ser feliz a pesar de la pobreza. En aquel lugar, donde no había electricidad, agua, ni caminos de acceso, mis hermanos emocionados preparaban el recibimiento al Presidente.
Evo llegó en helicóptero, mientras nosotros pasamos el río en una estrecha barquita. Allí se había instalado todo un campamento. Decenas de personas habían acudido a vender víveres y refrescos. Una pequeña chocita tenía una cruz roja y era el improvisado puesto sanitario.
En medio del acto, la señora que fue a vender ropa usada intentó desesperada subir a la tarima donde estaba el Presidente.
Vimos que lloraba desconsoladamente y cuando nos acercamos nos contó que su hijo había ido a bañarse al río, pero desapareció.
Corrimos todos a la orilla, pero los comunarios miraban compasivos a la madre. Cuando les increpé que ayudaran, que entraran al río a buscar al joven, me informaron que eso era imposible, porque en aquel río había pirañas.
Imagínense lo que fue volver a cruzar aquel río en la diminuta barca, encomendando mi alma y rogando porque mis hijos fueran protegidos si yo era el próximo banquete de los peces asesinos.
Hoy me encontré con un artículo de El Deber que evalúa la experiencia dos años después. Fue bello comprobar que el tiempo no había roto la ilusión ni la alegría. Que esos compañeros seguían en su empeño y se habían convertido en una comunidad agrícola modelo, que avanza aunque no tiene maestros ni médicos.
“Pueblos Unidos se encuentra con una intensa actividad agroproductiva. Un tractor flamante, de gran envergadura, tiraba una sembradora de 20 discos. Sembraron 250 hectáreas de frejol. El Banco de Desarrollo Productivo les dio un crédito para la compra de maquinaria y Emapa financió semilla para que cultiven arroz y soya”, dice el artículo.
“La palabra de Evo Morales todavía no se ha cumplido. Les prometió una escuela, un centro de salud, viviendas y mejoramiento de vías camineras”, añade el reportaje.
Evo todavía no cumplió en Pueblos Unidos, pero mis emesetés sí hicieron su parte y desinteresadamente, estoy segura. Con su esfuerzo y empeño, hoy Bolivia es un país un poquito mejor.
El primer post propiamente dicho que subí a este blog fue uno dedicado a la comunidad de Pueblos Unidos, asentamiento que el año 2007 se constituyó en la primera comunidad del Movimiento Sin Tierra reconocida oficialmente por el Estado boliviano.
Cuando llegué allí, el asentamiento estaba de fiesta, pues iba a recibir sus títulos de propiedad. Llegamos al amanecer y cruzamos el río que se ve en esta foto, mucho más crecido pues era época de lluvias.
Una vez más me sorprendió cómo la gente puede ser feliz a pesar de la pobreza. En aquel lugar, donde no había electricidad, agua, ni caminos de acceso, mis hermanos emocionados preparaban el recibimiento al Presidente.
Evo llegó en helicóptero, mientras nosotros pasamos el río en una estrecha barquita. Allí se había instalado todo un campamento. Decenas de personas habían acudido a vender víveres y refrescos. Una pequeña chocita tenía una cruz roja y era el improvisado puesto sanitario.
En medio del acto, la señora que fue a vender ropa usada intentó desesperada subir a la tarima donde estaba el Presidente.
Vimos que lloraba desconsoladamente y cuando nos acercamos nos contó que su hijo había ido a bañarse al río, pero desapareció.
Corrimos todos a la orilla, pero los comunarios miraban compasivos a la madre. Cuando les increpé que ayudaran, que entraran al río a buscar al joven, me informaron que eso era imposible, porque en aquel río había pirañas.
Imagínense lo que fue volver a cruzar aquel río en la diminuta barca, encomendando mi alma y rogando porque mis hijos fueran protegidos si yo era el próximo banquete de los peces asesinos.
Hoy me encontré con un artículo de El Deber que evalúa la experiencia dos años después. Fue bello comprobar que el tiempo no había roto la ilusión ni la alegría. Que esos compañeros seguían en su empeño y se habían convertido en una comunidad agrícola modelo, que avanza aunque no tiene maestros ni médicos.
“Pueblos Unidos se encuentra con una intensa actividad agroproductiva. Un tractor flamante, de gran envergadura, tiraba una sembradora de 20 discos. Sembraron 250 hectáreas de frejol. El Banco de Desarrollo Productivo les dio un crédito para la compra de maquinaria y Emapa financió semilla para que cultiven arroz y soya”, dice el artículo.
“La palabra de Evo Morales todavía no se ha cumplido. Les prometió una escuela, un centro de salud, viviendas y mejoramiento de vías camineras”, añade el reportaje.
Evo todavía no cumplió en Pueblos Unidos, pero mis emesetés sí hicieron su parte y desinteresadamente, estoy segura. Con su esfuerzo y empeño, hoy Bolivia es un país un poquito mejor.
2 comentarios:
Te diría que esos "encontronazos" con la realidad de otras personas nos sirven para darnos cuenta de todo lo que uno tiene y no valora. Pero es un discurso trillado. Ese contacto con realidades ajenas nos sirve para serles útiles a otras personas, para encontrar maneras de verdaderamente ayudarlos; en vez de darles el pescado, enseñarles a pescar. Felicidades por brindarte a otros.
También me gustó tu blog, vendré más seguido :)
Besos!
Gracias por pasar. Te estaremos esperando.
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