El año 2005, Alvaro García Linera difundía una tesis denominada “el empate catastrófico”, según la cual Bolivia se encontraba en una coyuntura en la que la clase dominante había perdido respaldo social y legitimidad y por lo tanto, capacidad para continuar gobernando a pesar de poseer un proyecto político, frente a las grandes mayorías nacionales que, en cambio, habían logrado articularse en grandes movilizaciones populares y callejeras, pero tenían su mayor debilidad en la carencia de un proyecto político.
Ya en el gobierno, García Linera afirmó que el “empate catastrófico” es una situación en la que “lo nuevo no puede nacer y lo viejo no puede morir”. Dijo además, en una amplia entrevista difundida por Nueva Sociedad y citada textualmente por Econoticias el 30 de agosto pasado, que el “empate catastrófico” sólo podría resolverse de tres maneras: que el sector emergente desplace directamente, mediante cualquier medio posible, al bloque anterior; que el bloque de poder antiguo logre derrotar, contener, cooptar o aplastar al bloque emergente o, finalmente, que entre ambos se logre redistribuir el poder.
“Como gobierno hemos optado por la tercera opción. Apostamos a un proceso de redistribución pactada del poder con un nuevo núcleo articulador: el movimiento indígena”, reveló el Vicepresidente en esa entrevista.
Quedó así confirmada su vocación concertadora con el agropoder en oriente y con las fuerzas conservadoras al interior de la Asamblea Constituyente, cristalizada desde la aprobación misma de la Ley Especial de Convocatoria al cónclave.
Pero, como dice la cabecera de este blog, la vida es lo que sucede mientras nos empeñamos en hacer otros planes. Ni siquiera el ofrecimiento de una redistribución pactada del poder logró convencer a la miope oligarquía. ¿Por qué será?
El rumor de que la Asamblea Constituyente ya ha sido desahuciada y está preparándose para su exhalación final ya ha ganado todos los espacios, desde los cafés hasta los taxis y minibuses. Si hasta parece que sólo los periodistas que trabajan en los medios masivos de comunicación no fueron informados. A excepción del Semanario Pulso, que esta semana dedicó varias páginas al tema.
Ya no es Evo 2008, es Evo 2010, dicen algunos masistas. Reforma constitucional vía Congreso, dicen oficialistas y opositores. “Volvió el empate catastrófico”, dicen algunos analistas, como Pablo Stefanoni, en uno de los artículos de Pulso.
Estamos en un callejón sin salida, con la Asamblea Constituyente entrampada en algo tan surrealista como la capitalía. ¡Es que se nos cae la cara de vergüenza! Ojalá estuviera entrampada por algún tema trascendental, como los mecanismos de reversión de la tierra, o la definición de la extensión del latifundio. Quizá algo más económico o el destierro constitucional de cualquier posibilidad de enajenación de nuestros recursos naturales. O el cambio de modelo económico. Por ahí podríamos discutir si nos volvemos o no musulmanes, o si despenalizamos el aborto. Aunque sea, podríamos empantanarnos en las competencias de los regímenes autonómicos.
Ya en el gobierno, García Linera afirmó que el “empate catastrófico” es una situación en la que “lo nuevo no puede nacer y lo viejo no puede morir”. Dijo además, en una amplia entrevista difundida por Nueva Sociedad y citada textualmente por Econoticias el 30 de agosto pasado, que el “empate catastrófico” sólo podría resolverse de tres maneras: que el sector emergente desplace directamente, mediante cualquier medio posible, al bloque anterior; que el bloque de poder antiguo logre derrotar, contener, cooptar o aplastar al bloque emergente o, finalmente, que entre ambos se logre redistribuir el poder.
“Como gobierno hemos optado por la tercera opción. Apostamos a un proceso de redistribución pactada del poder con un nuevo núcleo articulador: el movimiento indígena”, reveló el Vicepresidente en esa entrevista.
Quedó así confirmada su vocación concertadora con el agropoder en oriente y con las fuerzas conservadoras al interior de la Asamblea Constituyente, cristalizada desde la aprobación misma de la Ley Especial de Convocatoria al cónclave.
Pero, como dice la cabecera de este blog, la vida es lo que sucede mientras nos empeñamos en hacer otros planes. Ni siquiera el ofrecimiento de una redistribución pactada del poder logró convencer a la miope oligarquía. ¿Por qué será?
El rumor de que la Asamblea Constituyente ya ha sido desahuciada y está preparándose para su exhalación final ya ha ganado todos los espacios, desde los cafés hasta los taxis y minibuses. Si hasta parece que sólo los periodistas que trabajan en los medios masivos de comunicación no fueron informados. A excepción del Semanario Pulso, que esta semana dedicó varias páginas al tema.
Ya no es Evo 2008, es Evo 2010, dicen algunos masistas. Reforma constitucional vía Congreso, dicen oficialistas y opositores. “Volvió el empate catastrófico”, dicen algunos analistas, como Pablo Stefanoni, en uno de los artículos de Pulso.
Estamos en un callejón sin salida, con la Asamblea Constituyente entrampada en algo tan surrealista como la capitalía. ¡Es que se nos cae la cara de vergüenza! Ojalá estuviera entrampada por algún tema trascendental, como los mecanismos de reversión de la tierra, o la definición de la extensión del latifundio. Quizá algo más económico o el destierro constitucional de cualquier posibilidad de enajenación de nuestros recursos naturales. O el cambio de modelo económico. Por ahí podríamos discutir si nos volvemos o no musulmanes, o si despenalizamos el aborto. Aunque sea, podríamos empantanarnos en las competencias de los regímenes autonómicos.
Pero ése es otro tema. Volviendo a la tesis vicepresidencial, si ni siquiera el ofrecimiento de un poder pactado y compartido logra convencer a la oligarquía, entonces qué la convencerá?
¿No será hora de repensar la tesis?
Me explico. García Linera rescató parcialmente un concepto de Gramsci, precisamente el del empate catastrófico de clases.
Digo parcialmente, porque lo que para Gramsci era el empate catastrófico, para Lenin, Trotsky y Marx era la “dualidad de poderes” y para René Zavaleta era “el momento constitutivo”. Y aquello de que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, en ningún momento remitía, según el pensamiento de los grandes teóricos del marxismo, a una tercera opción, en la que lo viejo que no acaba de morir convive moribundo con el recién nacido. Es decir, o lo viejo sobrevive o lo nuevo termina de nacer.
Por eso mismo, la dualidad de poderes es una situación eminentemente transitoria. Parafraseando la teoría, en Bolivia hay dos poderes contrapuestos: el de la oligarquía con su modelo autonómico que pretende perpetuar sus privilegios y el de las organizaciones sociales, que pretende sepultar a esos privilegios.
Para algunos, la Asamblea Constituyente iba a ser el único y último escenario democrático posible para resolver nuestras diferencias pacíficamente. Para otros, era el escenario en el que íbamos a poder refundar Bolivia, haciendo de éste un país más equitativo y solidario, por eso era importante en el proceso de cambio. Para los menos, iba a ser el escenario en el que se iban a formalizar las victorias conseguidas en las calles, en la Guerra del Agua, en las marchas indígenas, en febrero y octubre de 2003 y en junio y diciembre de 2005.
A esta altura, todas esas expectativas han sido rebasadas. La tercera opción terminó aumentando la esperanza de vida de lo viejo, terminó siendo un tónico reconstituyente.
Como enseña la historia, la situación de crisis, la dualidad de poderes, no podrá perdurar indefinidamente y tendrá que resolverse, a favor de la oligarquía o a favor de las organizaciones sociales.
Si las vitaminas que le otorgamos a la oligarquía hacen efecto, debemos olvidarnos de que, fortalecida, actúe con ética y moral. Nos ahogará en sangre y para eso ya está entrenando a los miembros de la Unión Juvenil Cruceñista.
Dice un entrañable amigo: el cambio no se hará sin la férrea resistencia de los afectados, caminando de la mano, en reuniones en el Parlamento o en negociaciones en Palacio de Gobierno. No se hará de a buenas, con consenso.
Por eso insisto en que la debilidad del MAS es la ausencia de hegemonía, por eso afirmo que la hegemonía es una necesidad histórica en este momento y manifiesto mi desacuerdo con quienes piensan que buscar hegemonía es ser antidemocrático. Por eso concuerdo con Stefanoni en que existe necesidad de trasformar la mayoría política-electoral en una nueva hegemonía de largo plazo. En que el Estado no es la síntesis de la voluntad general, sino correlación de fuerzas que es necesario construir.
Porque tengo el convencimiento de que la toma del poder es sólo el inicio del cambio y no es suficiente para garantizarlo.
Pero sobre todo, porque entiendo hegemonía no sólo como la dominación política y el control de todos los poderes de este Estado que se resiste a morir, sino esencialmente como la capacidad de las organizaciones sociales de ser la dirección intelectual y moral de amplios sectores de la sociedad, aspecto que, lamentablemente, su instrumento político está ignorando olímpicamente este último tiempo.
El artículo de Econoticias al que hago referencia se encuentra en la siguiente página web:
http://www.constituyentesoberana.org/3/destacados/otrosdest/mayo2007/290507_1.html
Vale la pena leerlo.
¿No será hora de repensar la tesis?
Me explico. García Linera rescató parcialmente un concepto de Gramsci, precisamente el del empate catastrófico de clases.
Digo parcialmente, porque lo que para Gramsci era el empate catastrófico, para Lenin, Trotsky y Marx era la “dualidad de poderes” y para René Zavaleta era “el momento constitutivo”. Y aquello de que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, en ningún momento remitía, según el pensamiento de los grandes teóricos del marxismo, a una tercera opción, en la que lo viejo que no acaba de morir convive moribundo con el recién nacido. Es decir, o lo viejo sobrevive o lo nuevo termina de nacer.
Por eso mismo, la dualidad de poderes es una situación eminentemente transitoria. Parafraseando la teoría, en Bolivia hay dos poderes contrapuestos: el de la oligarquía con su modelo autonómico que pretende perpetuar sus privilegios y el de las organizaciones sociales, que pretende sepultar a esos privilegios.
Para algunos, la Asamblea Constituyente iba a ser el único y último escenario democrático posible para resolver nuestras diferencias pacíficamente. Para otros, era el escenario en el que íbamos a poder refundar Bolivia, haciendo de éste un país más equitativo y solidario, por eso era importante en el proceso de cambio. Para los menos, iba a ser el escenario en el que se iban a formalizar las victorias conseguidas en las calles, en la Guerra del Agua, en las marchas indígenas, en febrero y octubre de 2003 y en junio y diciembre de 2005.
A esta altura, todas esas expectativas han sido rebasadas. La tercera opción terminó aumentando la esperanza de vida de lo viejo, terminó siendo un tónico reconstituyente.
Como enseña la historia, la situación de crisis, la dualidad de poderes, no podrá perdurar indefinidamente y tendrá que resolverse, a favor de la oligarquía o a favor de las organizaciones sociales.
Si las vitaminas que le otorgamos a la oligarquía hacen efecto, debemos olvidarnos de que, fortalecida, actúe con ética y moral. Nos ahogará en sangre y para eso ya está entrenando a los miembros de la Unión Juvenil Cruceñista.
Dice un entrañable amigo: el cambio no se hará sin la férrea resistencia de los afectados, caminando de la mano, en reuniones en el Parlamento o en negociaciones en Palacio de Gobierno. No se hará de a buenas, con consenso.
Por eso insisto en que la debilidad del MAS es la ausencia de hegemonía, por eso afirmo que la hegemonía es una necesidad histórica en este momento y manifiesto mi desacuerdo con quienes piensan que buscar hegemonía es ser antidemocrático. Por eso concuerdo con Stefanoni en que existe necesidad de trasformar la mayoría política-electoral en una nueva hegemonía de largo plazo. En que el Estado no es la síntesis de la voluntad general, sino correlación de fuerzas que es necesario construir.
Porque tengo el convencimiento de que la toma del poder es sólo el inicio del cambio y no es suficiente para garantizarlo.
Pero sobre todo, porque entiendo hegemonía no sólo como la dominación política y el control de todos los poderes de este Estado que se resiste a morir, sino esencialmente como la capacidad de las organizaciones sociales de ser la dirección intelectual y moral de amplios sectores de la sociedad, aspecto que, lamentablemente, su instrumento político está ignorando olímpicamente este último tiempo.
El artículo de Econoticias al que hago referencia se encuentra en la siguiente página web:
http://www.constituyentesoberana.org/3/destacados/otrosdest/mayo2007/290507_1.html
Vale la pena leerlo.
2 comentarios:
Hola!! cómo estás?
te invito a pasar por mi casa nueva... te voy a estar esperando :)
Leeré el artículo y te comento más tardecito...
Se pudo?
Hola Daniela, creo que tu planteamiento esta bastante acertado, sobre todo en el tema de la tesis de la tercera opción, lo que preocupó fué tu anterior artículo, solo puedo decirte que tiene la solidaridad de todos quienes somos tus amigos.
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