
No puedo porque la semana pasada estuve en Santa Cruz y hasta hoy tengo el pecho silbando. Y si, La de la casa nueva, tengo las plantas de los pies amarillas y mi cuerpo todavía huele a anticucho. Tengo una congestión pulmonar por la criminalidad de los chaqueos. Escribo una frase y resoplo. Termino un párrafo y me duele la cabeza. Intento ordenar mis ideas pero los pulmones se rebelan. Enciendo un pucho y toso. Tan débil estoy? Me pregunto. Hasta la necia es pregunta, me respondo. Y sí, Toborochi, estuve en la primera manifestación de la imaginación al poder. Y quise que me regalaran un barbijo pero no conocía a nadie. Y eso que los busqué en los ojos rojos de los niños, en las infecciones respiratorias de los ancianos. En la niebla del aeropuerto. En el humo criminal, repito, pero no los encontré. Así que tenía que hacerlo. Tenía que tomarme un poco de tiempo para decir junto a ustedes: alguien debe parar estas cosas, se suponía que Santa Cruz era el cielo más puro de América, no?
Bueno, ahora tengo que hacer otras cosas…pero no puedo.
Editado para aclarar que esta entrada fue redactada el pasado lunes.
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