miércoles, 7 de abril de 2010
Betza Mauricio
En medio del fragor electoral, la sociedad alteña se vio consternada con la noticia de la violación y posterior asesinato de una joven de apenas 17 años, quien apareció muerta en una zona alejada de Senkata, después de haber ido con una de sus amigas a una discoteca.
La noticia desató la furia de los vecinos. Esta joven, abandonada por su madre cuando apenas era una bebé, había sido criada con mucho esfuerzo por su padre y, a diferencia de muchos jóvenes, durante su corta vida siempre reconoció el sacrificio de progenitor no sólo de palabra, sino siendo también una de las mejores alumnas de su curso.
Estando a punto de salir bachiller, tenía la ambición de estudiar tres carreras y así compensar todo lo que su padre le había dado y todos los cuidados que le prodigó como hija única.
Cuánta tristeza causa que una vida, con todo el futuro por delante y miles de sueños por cumplir, se vea truncada por malvivientes y por la imprudencia de la juventud. Los padres alteños que tienen hijos jóvenes han dejado hace mucho de tener el sueño tranquilo. Cada salida de sus hijos es una agonía, frente a la posibilidad de que les pase algo, el momento menos pensado.
No tiene nada de malo acudir a divertirse a un centro de esparcimiento, pero con los riesgos actuales, hasta pareciera que es tentar al destino.
Un hecho delincuencial que debería ser la excepción, resulta tornándose en algo normal, cada vez más frecuente y, obviamente, eso origina la reacción de los vecinos. No es nada fácil vivir con el Jesús en la boca.
La impotencia, la rabia acumulada, el estar atado de manos frente a estos hechos, provoca la respuesta iracunda de la gente, tal como ocurrió en Senakata.
Decenas de familias armadas de piedras y palos, irrumpieron en la noche del martes a media docena de locales que funcionan como restaurantes pero que en realidad, según los propios vecinos, venden alcohol a los jóvenes.
Las peñas show Sapahaqueñita y Utama fueron incendiadas y destruidas, entre otros locales donde se denunció que incluso hay jovencitas que ejercen la prostitución.
Una cosa similar ocurrió hace algún tiempo en La Ceja de El Alto. Ante la falta de acciones por parte de las autoridades, los vecinos deciden tomar la iniciativa.
El alcalde electo de El Alto, Edgar Patana, anunció que hará respetar la legislación vigente para locales de venta de bebidas alcohólicas. Una misión en la que más de un alcalde fracasó.
Sólo una profunda vocación de servicio a la gente, determinación, firmeza y una inclaudicable lucha contra la corrupción de las autoridades que se hacen los de la vista gorda, podrán garantizar el éxito.
De lo contrario, hechos como los ocurridos en Senkata serán, lastimosamente, cada vez más frecuentes.
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