Como trabajé desde muy joven, tuve el gusto de comprarme la ropa que yo quise, sin rendir cuentas ni explicaciones a nadie. Después vinieron los chicos y mi vida quedó en pausa tres años, y cuando la retomé, había olvidado el gusto de combinar, de hacer conjuntos, de buscar cosas que realmente me gustaran para vestirme. Hace poco eché de menos ese placer, cuando en una foto antigua me vi vestida con un jean que tenía una rana sobre puesta y que, con sus patas largas, envolvía una de mis piernas y con la otra se abrazaba a mis caderas. Además, tenía un sol, ubicado en un lugar estratégico. Ese pantalón dio mucho de qué hablar.
Recordé también que tenía una chompa roja larga, en realidad era un vestido que yo me ponía con un cinturón a la altura de la cadera. Yo la llamaba la chompa de los piropos y era el as debajo de mi manga para conquistar a algún galán.
Ahora los años pasaron y no tengo otro galán que conquistar que el Caballero. Pero cuando mi hijo, o el mismo Caballero me dicen qué bonita o qué bien te queda, la autoestima se me sube como espuma de cerveza de galón vacío.
Así que decidí volver a disfrutar de la moda, las carteras, los collares y los aretes.
Y registrar cómo me visto, porque pienso imprimir este blog y mirarlo cuando sea viejita junto a mis nietos. Voy a mostrarles cómo se vestía su abuelita cuando todavía era algo joven y guerrillera fashion, como dice Kitty. Éste es el vestidito que estrené ayer:
Sí, soy cursi y ñoña, pero prepárense, porque pondré mis tenidas preferidas cada vez que me las ponga. Total, la oferta de blogs se cuenta por millones.
Un abrazo.
martes, 25 de agosto de 2009
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