martes, 17 de julio de 2007

Vamos al Cabildo, vamos

Marx afirmaba que la historia se repite, a veces como tragedia y otras como comedia.
Hace más de un siglo, Bolivia vivía un periodo de su historia muy parecido a éste. Corrían entonces vientos de cambio. La oligarquía de la plata se sostenía expoliando a los indígenas. Ya en 1874, con el Decreto de Ex Vinculación, había logrado arrebatarles sus tierras para subastarlas públicamente. Los conservadores, a la cabeza de Aniceto Arce, querían mantener la situación para perpetuar sus privilegios y Sucre era su escenario.
En el otro extremo, se alzaba imponente una nueva oligarquía, la del estaño, acompañada además de las ideas liberales. Esta fracción de la burguesía, afincada en La Paz, se alzó contra la tradición defendida por los oligarcas de la plata y disputó a Chuquisaca la condición de capital de la república.
Veamos algunos datos de ese tiempo, publicados en mayo de 2006 por la Revista OH del diario Los Tiempos de Cochabamba:
Los Padres de la Patria (los verdaderos) se reunieron en la Casa de la Libertad desde el 6 de agosto de 1825 y entonces denominaron el nuevo estado como República de Bolívar y a la ciudad Capital como Sucre. En julio de 1826, el Congreso decidió otorgar a Simón Bolívar la facultad de designar el lugar donde se erigirían los edificios de los tres poderes del estado. Mientras eso ocurriera, se declaró “capital provisoria a Chuquisaca”. Sólo en 1839 se designó a Sucre como capital. Desde 1825 hasta 1900, el Congreso se había reunido 29 oportunidades en Sucre, 20 en La Paz, siete en Oruro, dos en Cochabamba y una en Tapacarí.
A pesar de ello, le reconozco a Sucre el haber sido la cuna de esta patria y, por lo tanto, merecer históricamente la capitalía de Bolivia. Ésa es mi primera conclusión.
Revisando un poco más de historia, encontramos lo siguiente:
En septiembre de 1889, Isaac Campero, diputado por Yungas, presentó un proyecto de Ley que establecía que Bolivia era una República Federal y que debía asumir el nombre de Estados Unidos de Bolivia. Miren ustedes cuánta razón tenía Marx. El artículo 5 de ese proyecto de ley decía que
"Los estados de la unión boliviana reconocen recíprocamente sus autonomías, se declaran iguales en entidad política y conservan en toda su plenitud la soberanía nacional".
Está demás decir que no se trataba de un proyecto surgido en la afiebrada mente de un diputado yungueño. Era la cristalización de una presión ejercida desde mucho antes por la burguesía liberal paceña. Tanto así que la corriente contraria, la de los oligarcas conservadores, aprobó semanas más tarde la Ley de Radicatoria, que establecía que la capital de república sería ejercida permanentemente por Sucre.
Y vino la guerra. Y los liberales utilizaron a miles de indígenas al mando de Zárate Willka para usarlos como carne de cañón. Y hubo muertos en ambos bandos. Y los liberales se dieron cuenta de que los indígenas tenían sus propias demandas y exigían tierra. Y traicionaron a la indiada para aliarse a sus enemigos, los conservadores. Y fusilaron a sus aliados indígenas. Y mancharon trágicamente nuestra historia con la sangre traicionada. Y arreglaron el entuerto con un pacto mediante el cual la capital se quedaba en Sucre, pero la sede de gobierno se quedaba en La Paz. Y se olvidaron de su proyecto federalista.
Y así llegamos hasta aquí, más de cien años después. Con una oligarquía neoliberal que utiliza a Sucre igual que lo hicieron los conservadores pero que no puede utilizar a los indígenas como lo hicieron entonces los liberales porque no aprendieron su lección y su lección es que los indígenas no son carne de cañón. Los indígenas en cambio fueron mucho más aplicados y nunca más confiarán en nadie que no sea en ellos mismos. Y ésa es la repetición cómica de esta historia.
La segunda conclusión es, pues, que la burguesía paceña arrancó a la oligarquía de Sucre la capitalía. Y lo hizo a bala. Y utilizando a indígenas. Y traicionándolos después. ¿Por qué? Porque en el fondo la capitalía no importa, sino los intereses empresariales y comerciales. Porque si para esos intereses sirve una sede de gobierno, pues bienvenida sea la sede.
Y si eso es así no debería sorprendernos que dentro de unos años, Santa Cruz pugne por ser la sede de gobierno, y la capital si es necesario. Entonces veremos, seguramente, una nueva traición. Los aliados chuquisaqueños de hoy serán los enemigos de los cruceños de mañana.
No obstante, es necesario reconocer también que la oligarquía neoliberal ya consiguió una parte de su cometido: logró dividirnos, logró que peleáramos entre bolivianos, logró polarizarnos defendiendo nimiedades, cuando en el fondo de lo que se trata es de si ellos imponen o no su proyecto político.
Y su proyecto político no es más que la perpetuación de sus privilegios, del marginamiento y la exclusión contra los pueblos indígenas, de la hipocresía de querer pretenderse mejor que el resto y de la falsedad de utilizar al país para llenarse los bolsillos.
Lo he dicho antes y lo repito: Yo no quiero ese país, quiero un país más equitativo, un país sin exclusiones, un país en el que los indígenas puedan, por fin, decidir sobre sus territorios y sus recursos naturales. Un país del que mis hijos se sientan orgullosos cuando relaten que convivieron con un indígena yuqui, etnia que se encuentra al borde la extinción. Quiero un país que invierta en educación, en salud y en vivienda y no en un puñado de gremios empresariales en el que pícaros y ladrones conviven con empresarios.
Por eso voy a ir al cabildo del próximo viernes en La Paz. No me importan José Luis Paredes y su discurso hipócrita. No me interesan las mafias del Comité Cívico de La Paz, de Cotel y de Aguas del Illimani. Mis oídos están cerrados a dirigentes vecinales corruptos y a alcaldes que se hicieron de la vista gorda cuando Goni mató a los alteños. Pero estoy conciente de que si esta movilización fracasa por culpa de todos los mal ponderados mencionados arriba, no habrán perdido ellos. Habré perdido yo y habrán perdido mis hijos. El proyecto de la oligarquía neoliberal nos habrá ganado la batalla. Nos enrostrarán su mal habido “cabildo del millón”, cuando engañaron a los cruceños y les hicieron creer que peleaban por su región y no por sus mezquinos intereses. Yo no estoy dispuesta a perder la batalla sin dar pelea. Estoy aquí, al pie del cañón. Vamos al Cabildo, vamos.

4 comentarios:

nois de lean dijo...

muero por estar allí en mi chuquiago... muero por ver de nuevo esa fuerza de los alteños como coraza del illimani.

y muero por ver la cara de carlos de mesa que inicio todo este rollo de trasladar la sede, pobrecito tiene una -cuasi- guerra cívil en sus espaldas (y la de sus hijos)

Daniela Otero dijo...

Hoy, lunes 23 de julio, La Paz se encuentra más risueña que nunca. Sí, dos millones de personas estamos aquí para defender a este país de la angurria de la oligarquía. Con todos ustedes, seremos aún más. Muchos me llamaron para decirme cómo lloraron al ver las imágenes. Yo también lloré y lo sigo haciendo.

Carlos Raúl Arancibia Gutiérrez dijo...

Es increible como cambia nuestra historia, desde tiempos inmemoriales cambian nuestras vidas, nuestras costumbres, pero lamentablemente lo unico que no cambia es nuestra memoria, al menos la de nosotros los bolivianos, luchenos contra quien realmente es el enemigo, la oligarquia, la injusticia el latifundio y la pobreza
VIVA BOLIVIA CARAJO!!!

Daniela Otero dijo...

Cuánta razón tienes, Carlos. Si tuviéramos memoria recordaríamos claramente que los Dabdoub, los Marinkovic, los Antelo y un puñado de dirigentes cívicos y regionales fueron los únicos beneficiados del modelo neoliberal. Pero no te preocupes, creo firmemente que lo que está sucediendo no es una casualidad. Bolivia es sólo una, a pesar de ellos.