Para la oligarquía, la abstención nunca fue importante. Nunca fue un criterio a tomar en cuenta. Y miren cómo le fue a Goni.
Para mí, la abstención no es más que una señal. Una señal de que hay ciudadanos a los que no les interesa quién gobierne, porque todos son iguales, porque no habrá diferencia entre Goni y Tuto, o entre Tuto y Jaime Paz o entre él y el Chavo del 8. En muchos casos, ellos seguirán siendo pobres, independientemente de quién gobierne.
También se abstienen de votar los desesperanzados, los que han sobrevivido a varias elecciones. Alguna vez se entusiasmaron pero fueron engañados por propuestas demagógicas y su candidato terminó siendo peor o igual que el resto.
También hay aquellos que sólo se inscriben en el Padrón Electoral porque saben que les pedirán su papeleta de sufragio en los bancos. Entonces se sienten obligados a votar.
Al final, los tiempos de "democracia pactada" nos enseñaron que no importaba por quién votemos, al final, el tercero era presidente.
Otro tipo de "abstemios" son aquellos que por definición no creen en las elecciones. Ésos que pregonan vote en blanco, nulo o pifiado. O vote con papel higiénico. Es la abstención, digamos, conciente.
Pero éstas son realidades sobre todo citadinas.
En el campo no hay notarios y rara vez los candidatos se toman el trabajo de hacer campaña en lugares alejados. Conocí un lugar que se llamaba Chiru K’asa, en Norte Potosí, en el que la última propaganda electoral era la de la UDP.
Ahí viven, invisibles, la mayoría de los bolivianos. El país que late debajo de los pies de los niñitos bien de la ciudad, que pasean en la Hammer de papá por Equipetrol, haciendo campaña por la Autonomía.
Ahora, la oligarquía cruceña pretende hacer lo de siempre. Ignorarlos.
Sin embargo, entre los que se abstuvieron antes y los que se abstuvieron el 4 de mayo existe una gran diferencia, que ellos no quieren ver.
La señal esta vez es: No voy a votar porque no creo en esos estatutos. No voy a votar porque estas elecciones son ilegales. No voy a votar porque no creo en la autonomía para unos cuantos. No voy a votar porque no creo que los terratenientes me aumentarán el sueldo.
Y esa abstención crece y crece. Si algo hay de inteligencia entre los autonomistas, deben estar con las barbas en remojo. La señal ha sido clara: no les creemos.
Para mí, la abstención no es más que una señal. Una señal de que hay ciudadanos a los que no les interesa quién gobierne, porque todos son iguales, porque no habrá diferencia entre Goni y Tuto, o entre Tuto y Jaime Paz o entre él y el Chavo del 8. En muchos casos, ellos seguirán siendo pobres, independientemente de quién gobierne.
También se abstienen de votar los desesperanzados, los que han sobrevivido a varias elecciones. Alguna vez se entusiasmaron pero fueron engañados por propuestas demagógicas y su candidato terminó siendo peor o igual que el resto.
También hay aquellos que sólo se inscriben en el Padrón Electoral porque saben que les pedirán su papeleta de sufragio en los bancos. Entonces se sienten obligados a votar.
Al final, los tiempos de "democracia pactada" nos enseñaron que no importaba por quién votemos, al final, el tercero era presidente.
Otro tipo de "abstemios" son aquellos que por definición no creen en las elecciones. Ésos que pregonan vote en blanco, nulo o pifiado. O vote con papel higiénico. Es la abstención, digamos, conciente.
Pero éstas son realidades sobre todo citadinas.
En el campo no hay notarios y rara vez los candidatos se toman el trabajo de hacer campaña en lugares alejados. Conocí un lugar que se llamaba Chiru K’asa, en Norte Potosí, en el que la última propaganda electoral era la de la UDP.
Ahí viven, invisibles, la mayoría de los bolivianos. El país que late debajo de los pies de los niñitos bien de la ciudad, que pasean en la Hammer de papá por Equipetrol, haciendo campaña por la Autonomía.
Ahora, la oligarquía cruceña pretende hacer lo de siempre. Ignorarlos.
Sin embargo, entre los que se abstuvieron antes y los que se abstuvieron el 4 de mayo existe una gran diferencia, que ellos no quieren ver.
La señal esta vez es: No voy a votar porque no creo en esos estatutos. No voy a votar porque estas elecciones son ilegales. No voy a votar porque no creo en la autonomía para unos cuantos. No voy a votar porque no creo que los terratenientes me aumentarán el sueldo.
Y esa abstención crece y crece. Si algo hay de inteligencia entre los autonomistas, deben estar con las barbas en remojo. La señal ha sido clara: no les creemos.
No les dejaron ingresar a San Julián ni a Yapacaní, así de simple. Los chiquitanos actuaron como un solo hombre y las mesas electorales estuvieron gran parte del tiempo vacías. Ninguna capitanía guaraní votó. Eso ya es mucho.
Cápsula me dice que cada quien mira las cosas del color que le conviene. Y eso me llena de orgullo, porque quiere decir que los chiquitanos, los guaraníes, los montereños, los campesinos de San Julián y yo tenemos los mismos lentes. Y no son de Ópticas Pauker.
Cápsula me dice que cada quien mira las cosas del color que le conviene. Y eso me llena de orgullo, porque quiere decir que los chiquitanos, los guaraníes, los montereños, los campesinos de San Julián y yo tenemos los mismos lentes. Y no son de Ópticas Pauker.
No hay comentarios:
Publicar un comentario