viernes, 21 de agosto de 2009

Aguilita voladora

El General Juan José Torres, presidente de la República antes del golpe de 1971, era un militar de la Fuerza Aérea. Su fuerza le había prometido lealtad y compromiso en la defensa del proceso revolucionario que encaminaba el país a partir de la Asamblea Popular.
En función a aquel pacto, Torres, la Fuerza Aérea y la Central Obrera Boliviana, entonces liderizada por Juan Lechín, habían definido un pacto de defensa del proceso revolucionario. Este plan se denominó Aguilita Voladora e implicaba que en una situación extrema de amenaza al gobierno de Torres, la Fuerza Aérea apoyaría al pueblo frente al golpe militar.
Ese momento extremo se dio el 21 de agosto de 1971. El ruido de sables se había escuchado desde unos días antes y había recrudecido aquel aciago sábado. Un grupo de periodistas acudió a la radio estatal, la radio Illimani, para contribuir desde allí a la defensa del proceso revolucionario.
Un poco después de las cuatro de la tarde, los periodistas recibieron el llamado de un dirigente minero, instruyéndoles decir que “aguilita voladora llegará al atardecer”.
Los locutores enmudecieron. Nadie se animó a transmitir el mensaje. Los periodistas decidieron difundir el carnavalito Aguilita voladora, entrañable canción valluna cantada por Los caminantes. La derrota era inminente. Uno de los locutores tomó el micrófono de la radio y comenzó a hablar difundiendo el mensaje acordado. Desde aquellos micrófonos convocó a la gente a salir a las calles a resistir. Denunció la traición. Explicó cómo se hacen las bombas molotov. Ese locutor era Gonzalo Otero. Mi padre.
Minutos después, Aguilita voladora surcó el cielo paceño. El pueblo salió de las barricadas del Laicakota con algarabía, esperanzado. En un segundo sobrevuelo, los aviones ametrallaron a la gente. La traición se había consumado.
Mi padre entró en la clandestinidad. En Cochabamba fue detenido y enviado a los campos de concentración de la dictadura en La Paz. Fue vejado y torturado, hasta que un año y medio después fue exiliado a Ecuador. Al año siguiente, murió.
"Otero, aquel locutor, murió en el exilio, a unos días de haber sido liberado de una cárcel en La Paz. Como él murieron centenares de antifascistas; 18 mil personas sufrieron destierro. Los verdugos y asesinos se van muriendo impunes, pero el olvido no puede domiciliarse definitivamente en la memoria popular y aquel carnavalito vallegrandino sigue estremeciéndonos como hace 38 años: Aguilita voladora, que en tu pecho llevas hilo, dámelo para coser este corazón herido...". Así refleja esta historia una nota publicada hoy en el periódico Cambio, reflejada también en el portal de ABI, en comunica.gov.bo.
Me voy a ahogar la memoria con un vino, aunque sé que mañana, mi memoria despertará ilesa e intacta.Ojalá que la historia sea tan lúcida como ella para contar todo esto a las nuevas generaciones.

2 comentarios:

Vania B. dijo...

Me encantó este artículo querida Dani, esa parte de la historia no la sabía. Gracias por compartirla desde tan cerca.

Daniela Otero dijo...

Vania:
Para nosotros es historia, y para miles de familias el amargo recuerdo de cómo la Dictadura destruyó todo su núcleo familiar, los separó de sus hermanos, madres, padres, esposos e hijos. Esos seres humanos que nos dejaron la herencia de la democracia y que lucharon por ideales nobles y no por privilegios malhabidos. Una herencia, además, que les costó la vida, hubieran muerto, como mi padre, o no.
Unbeso querida y cuándo el café de esta semana?