martes, 18 de agosto de 2009

¿Me imaginan?

Creen que, alguna vez, peregrinamente, podría estar vestida con un atuendo así?


Saqué esta foto porque lo recordé de pronto. En 1996, estaba pasando por una crisis sentimental y le pedí a mi jefe de redacción de Última Hora que me enviara a algún lugar, porque una canción dice que viajando se fortalece el corazón. Estaba pensando justo en eso, me dijo mi jefe. Te vas al Chapare a acompañar a los UMOPARES en toda clase de operativos. La idea era mostrar a los lectores cómo vivían estos policías, cómo era su vida cotidiana, a qué cosas se exponían, es decir, las típicas notas "de color", como dicen en periodismo.
Partí feliz. Una vez en Chimoré, el comandante de UMOPAR me dijo bueno, usted acompañará a esta patrulla en un operativo terrestre, uno pluvial y uno aéreo. Dormirá aquí y a partir de mañana sale con la patrulla a las cinco de la mañana, es un soldado más.
Puntualmente, fui a formar con el resto de la patrulla -de unos diez hombres y dos mujeres además de la susodicha periodista- con un par de jeans y zapatillas deportivas. Inmediatamente, el comandante de "mi" patrulla echó el grito al cielo. Usted es un blanco fácil! me dijo y yo palidecí del susto. Unos segundos después, una de las policías estaba a mi lado con el uniforme de UMOPAR. Me resistí a usarlo, pero su argumento fue más poderoso que el mío. Usted es una invitada en esta casa. Su seguridad está a nuestro cargo y su blanca polerita llamará la atención, así que o se pone el uniforme o no sale en la patrulla. Vestirme fue un espectáculo. Parecía el enano bobito de Blanca Nieves de lo grande que me quedaba todo. Qué numero calza? me preguntaron. 34 dije yo, y la patrulla estalló en carcajadas. Es que quien no nace para uniformada, no nace no más. No hay botas de ese número, el más chico es 37, dijo la pobre policía. Tuve que ponerme la bota con el zapato adentro. Estaba peor que moreno achachi en pleno monte y tuve que aguantar. No se imaginan cómo pesa ese traje, pero lo que más pesa es el arma que, sumada a la cantimplora, la frazada, la carpa y las municiones, es un espectáculo digno de santo penitente.
La experiencia fue memorable. La Danny uniformada en medio del monte, yendo a investigar pozas de maceración llenas de mosquitos, picada por una hormiga tucandera, alucinada con la alfombra verde debajo del helicóptero y viendo atardeceres hermosos en el río Ichilo, donde dormí escuchando cantar a las ranas.
El día de mi despedida mis penas del corazón se habían ido. Un clavo saca otro clavo, se los puedo asegurar.

2 comentarios:

Vania B. dijo...

No te imagino como el enano bobito de Blancanieves jajajaja. Hermosa experiencia.

En cuanto a lo de la hija de tu amiga me quedé fría. Realmente INEXPLICABLE.

Besos querida Dani. Hablamos esta semana, ya?

Daniela Otero dijo...

Vania:
Después de un tiempo de esta experiencia, volví al Chapare a hacer cobertura de los conflictos, pues existía un clima muy represivo y de confrontación entre UMOPARES y cocaleros. En Shinaota buscaba un baño, pero nadie me lo quería prestar. Yo estaba sorprendida, hasta que uno de los compañeros cocaleros, riéndose, me dijo es que dicen que usted es "Lea", o sea, leoparda, Umopar. Seguramente, alguien me vio uniformada y creían que era de verdad una soldado. Hecha la aclaración, todos me preguntaban si ya había encontrado baño, pero yo ya me había ido al monte, jajajaja. Por esto y por muchas otras cosas amo el Chapare.
Anoche estuvimos con la Vero Vero, te extrañamos. Un abrazo.