miércoles, 9 de julio de 2008

Desde el infierno

Existen versiones de que Francia pagó 20 millones de dólares a las FARC en 2003 para que la liberen. Sus declaraciones me parecen un poco extrañas, pero igual se me eriza la piel. Estas cosas, como mantener secuestradas a personas durante tantos años, por ejemplo, no deberían suceder jamás. Por eso reproduzco aquí algunas cosas de su libro Cartas a mamá desde el infierno:

«Lean este libro. Léanlo bien. La voz que les habla los mantendrá despiertos toda la noche. Ella relata su vida cotidiana en la selva, entre los adeptos a la violencia y al odio, con un lenguaje simple y desgarrador. […] Encerrada, atormentada, torturada, abandonada por demasiados dirigentes, durante demasiado tiempo, escondida en las lejanas tinieblas del terror, se la creía muda, muerta. […] Pero Ingrid Betancourt permanece lúcida. Y valiente, heroica. Y libre.»
Prólogo de Élie Wiese, escritor rumano que sobrevivió a los campos de concentración nazis y, posteriormente, dedicó su vida a escribir acerca de los horrores del Holocausto para evitar que la historia se repita), Premio Nobel de la Paz.

Repentinamente, Ingrid Betancourt, cautiva en la selva colombiana desde hace cinco años y nueve meses, da señales de vida: en una larga carta a su madre Yolanda y a su familia, escrita de un plumazo, les recuerda que son ellos los que la mantienen con la cabeza fuera del agua, los que no la dejan ahogarse en el olvido, la nada y la desesperanza. En respuesta, su hija, Melanie, quien suscita opiniones y moviliza gobernantes desde los 16 anos para salvar a su madre, junto con su hermano Lorenzo, le envían un profundo y estremecedor mensaje. Estas dos cartas escritas desde el infierno apuntan directo al corazón, y resumen todo el dolor y toda la grandeza del ser humano.

La primera página
Mañana lluviosa, como mi alma
Selvas de Colombia. Miércoles 24 de octubre 8:34 a.m.
Mi mamita adorada y divina de mi alma. Todos los días me levanto dándole gracias a Dios por tenerte. Todos los días abro los ojos a las 4 am y me preparo para estar bien despierta para oír tu mensaje en La Carrilera de las 5. Esa es mi ilusión diaria, oír tu voz, sentir tu amor, tu ternura, tu constancia y entrega en el compromiso de no dejarme sola. Todos los días le pido a Dios que te bendiga, te cuide, te proteja, y me permita algún día tener la oportunidad de consentirte en todo, darte gusto en todo, tenerte como una Reina al lado mío; porque no soporto la idea de volverme a separar de ti.
Esta es una selva muy tupida, difícilmente entran los rayos del sol. Pero es desierta en afecto, solidaridad o ternura. Por eso tu voz es mi cordón umbilical con la vida. Sueño con abrazarte tan fuerte que quede incrustada en ti (…)
En mis planes de vida, si llega algún día la Libertad, quiero Mamita, que pienses en vivir con nosotros –o conmigo–. No más mensajes, no más teléfonos, no más distancias, no quiero que exista ni un metro de distancia entre tú y yo. Porque sé que todos pueden vivir sin mí, menos tú.
Estoy, mamita, cansada, cansada de sufrir. He sido, o tratado de ser fuerte. Estos casi seis años de cautiverio han demostrado que no soy tan resistente, ni tan valiente, ni tan inteligente, ni tan fuerte como yo creía. He dado muchas batallas, he tratado de escaparme en varias oportunidades, he tratado de mantener la esperanza como quien mantiene la cabeza fuera del agua. Pero Mamita, ya me doy por vencida.
Siento que mis niños están con sus vidas en stand-by esperando que yo salga, y tu sufrimiento diario, y el de todos, hace que la muerte me parezca casi como una dulce opción.
Pienso en mis niños, en mis tres niños, en Sebastián, en Mela y en Loli. Tanta vida ha pasado entre nosotros, como si la tierra firme fuera desapareciendo en la distancia. Son los mismos y ya son otros, y cada segundo de mi ausencia, de no poder estar ahí para ellos, de curarle las heridas, de no poder aconsejarlos, o darles fuerza y paciencia y humildad ante los golpes de la vida, todas las oportunidades perdidas de ser su mamá, me envenenaron los momentos de infinita soledad como si me pusieran un suero de cianuro por entre las venas…
(…) Durante muchos años he pensado que mientras esté viva, mientras siga respirando, tengo que seguir albergando la esperanza. Ya no tengo las mismas fuerzas, ya me cuesta mucho trabajo seguir creyendo, pero que sientan que lo que han hecho por nosotros [familiares, amigos, periodistas, políticos colombianos y los presidentes de Venezuela y Francia] ha hecho la diferencia. Nos hemos sentido seres humanos (…)

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