viernes, 11 de septiembre de 2009

Zona Sur: Mirar a Bolivia detrás de la ventana


Zona Sur es el retrato de una familia, de un barrio, de un país que cambia, dijo Juan Carlos Valdivia ambiciosamente, al referirse a su última película.
La vi el fin de semana, con la expectativa que me produjo la posibilidad de sorprenderme, como con La ballena rosada o con American Visa. Pero me encontré con una lectura egocéntrica, en la que percibí al director encerrado en la misma burbuja de cristal en la que enclaustró a sus actores.
Y es que, en realidad, Juan Carlos Valdivia forma parte de ese pequeño grupo de cineastas nacionales que estudiaron en el extranjero. El Consejo Nacional de Cine o algún mecenas les infló el ego y el bolsillo. Su principal aporte fue no haber renunciado al sueño de hacer cine en un país del tercer mundo.
Esto, a diferencia de otros muchos que se resignaron a estudiar Comunicación Social no más, que no tuvieron plata para invertir, ni contactos con las ballenas rosadas de la cinemateca como Carlos Mesa, ni la viveza para rodearse de contactos que financien sus aventuras cinematográficas.

Los del grupo de Valdivia miran al país de esa manera: detrás de un cristal y desde arriba.
Quizá por eso la película repite las ignorancias de los jailones bolivianos. Para la burguesía nacional -que vive de plata prestada , cuando no de consginaciones de empresas en las que hay algún familiar o de licitaciones fraudulentas y corruptas - las chicas que viven en Miraflores son "birlochas"; las cholas tienen más plata que ellos, porque son contrabandistas; los empleados hablan en aimara para que los k’aras no los entiendan; las indígenas de occidente se hacen pegar por sus maridos; los empleados usan las cosas de las señoras; los niños bien sólo se ocupan de farrear y de cambiar de autos y la Gota de Agua es un antro.
Y este país, al que desprecian, es un niño caricaturizado en pantalones cortos y suspensores, que ilusamente piensa que volará con alas de papel y no se da cuenta que está volviendo al pasado, a los años ’60, o sea, al Estado protector, dejando atrás la modernidad, que para esta casta fue el neoliberalismo.
Encerrados estamos, parece decir Valdivia, cada vez que, de manera magistral, muestra a los personajes detrás de los cristales mojados por la llovizna del cambio. Pero en el fondo somos buenos, convivimos con el enemigo, con el vendedor de queso, con el ají de fideo, con nuestra empleada y nuestro mayordomo a quienes invitamos a nuestra mesa.
Tendremos que resignarnos a venderle nuestras cosas a las cholas platudas, a aceptar que son nuestros amigos. Al fin y al cabo, ellos conviven con nosotros, con los pocos privilegios que nos quedan, como ir a jugar póker, beber whisky, vestir ropa de marca, viajar a España; dormir y tirar en sábanas de seda, conseguirnos una magnífica que cree que está haciendo el negocio de su vida; ser lesbiana.
Para nuestros intelectuales, periodistas, activistas y uno que otro ex presidente extraviado en el mismo egocentrismo de Valdivia, la película es el elocuente retrato ¿o autoretrato? de una clase en decadencia, de una clase desplazada del poder por los cholos, avasallada por un proyecto de cambio que los margina, que los excluye. Pobrecitos.
¡Qué lúcido que es el arte! Nadie como él para clavar el bisturí y diseccionar a la sociedad, exclama Jaime Iturri. Al final, reflexiona Jimmy, periodista al que estimo de verdad, terminamos todos sentados a la mesa comiendo y compartiendo ese ají de fideo tan democrático e igualitario.
La película plantea de manera muy elocuente la irreversible decadencia de la clase blancoide paceña. Sus taras, sus imposturas, sus superficialidades, su vacío existencial y, sobre todo, su recambio generacional; es decir, sus hijos como lo peor que han producido
, dice, por su parte María Galindo, para quien esta producción es probablemente, el único retrato bien logrado de la clase alta en el cine boliviano.
Zona Sur retrata la caída en desgracia de una familia jailona de clase alta de La Paz. Personajes encerrados en sí mismos, enmudecidos ante el empoderamiento de una clase emergente, orgullosamente chola, que los desplaza, que compra con platita en mano sus refugios de fantasía, dice Ricardo Bajo.
El sociologismo no cabe porque desmontaría la historia personal, la nostalgia, el niño y los sueños, la mirada desde abajo y los espacios cruzados de lo que es lo mestizo, dice, con la grandilocuencia de siempre, Carlos Mesa. Una clase se ha desmoronado. El poder le ha sido arrebatado, la otra clase ha tomado el papel de protagonista central en este nuevo tiempo, lamenta el ex presidente , enjugándose las lágrimas con el pañuelito blanco.
Claro, los mestizos estamos heridos. ¡No somos nada! ¡Nadie nos toma en cuenta! ¡Quieren que seamos iguales, pero yo soy blanco, inteligente y hablo ingléj!
La fotografía, la música, la producción de esta película son encomiables. Calidad pura, en serio. Pero la catarsis de Valdivia decepciona, francamente, porque en realidad, creo que en esta película no hay ironía ni metáfora alguna. Él y otros muchos mestizos siguen viviendo en su burbuja de cristal, mirando a Bolivia detrás de la ventana.

5 comentarios:

Marcelo dijo...

Estoy deacuerdo contigo en todo, la verdad yo tb esperaba una pelicula mas critica, y me encontre con una caricatura de tantas familias jailonas que hay en nuestro pais

utópico dijo...

es posible que muchas veces no se comprenda el mensaje de una pelicula.

te recomiendo ver la entrevista que La Mala Palabra le hace a Valdivia. Quizas aclare algunas cosas.

saludos!

http://revistalamalapalabra.blogspot.com/2009/09/la-burbuja-de-juan-carlos-valdivia.html

Daniela Otero dijo...

Utópico:
Vi la entrevista que me recomendaste y lamentablemente sólo puedo ratificar mi impresión!
Mira, antes de ir a ver la película, me comí todas las críticas que reflejé en el post y todas coinciden en una cosa: en que éste es un retrato de la clase alta boliviana o paceña en particular. ¿Cómo retrata Valdivia a esta clase despojada del poder y desplazada por la clase "orgullosamente chola" que le compra sus bienes? Como una clase enmudecida, que vive en una burbuja de cristal y termina invitando a su mesa para comer el "democrático ají de fideo" a sus empleados. Es en ese momento en que la autocrítica de Valdivia se cae, desde mi percepción. Sinceramente, yo no creo que la clase despojada del poder esté tendiendo puentes. Creo, más bien, que está agazapada, desprestigiando al gobierno y a este proceso de cambio en cada oportunidad que se le presenta, ciega ante sus logros, incapaz de admitirlos. ¿Por qué no subtitulaste los diálogos en aimara?, le pregunta LMP a Valdivia y él responde ellos tienen una ventaja sobre nosotros, conocen otro lenguaje. ¿Cuántas veces un aimara tuvo que enfrentarse a los mestizos y tiene que seguir haciéndolo sin poder comunicarse? Eso no cuenta? Y encima resulta que son ellos los que tienen ventaja sobre nosotros, que siempre tuvimos el poder? "Estamos sintiendo discriminación a la inversa", dice Valdivia, para reconocerse él mismo como un jailón. Por eso afirmo que él está tan encerrado como sus personajes cuando analiza a este país. Valoro su valentía y su deseo de entender este país, pero creo que para hacerlo todavía debe despojarse de sus prejuicios. Ni todos los jailones están dispuestos a sentar a su mesa a sus empleados, ni todos los jailones están dispuestos a hacer algo que nunca hicieron para sobrevivir: trabajar.

utópico dijo...

de acuerdo contigo, pero creo (no he visto la pelicula) que es un paso inmenso que da alguien que pertenece a ese grupo social 'los jailones', no haciendo una reflexion adecuada de su situacion, pero haciendo una reflexion, y reconociendo que las cosas han cambiado.

nada cambia de la noche a la mañana.

es su perspectiva, y por lo que veo y leo, retrata bastante bien la frustracion de esa nueva realidad a la que tienen que afrontarse. no creo que los jailones vayan a sentarse con sus empleados ni mucho menos, la gente no deja de ser racista de la noche a la mañana, pero si los jailones tienen que reconocer que muchas cosas ya no son como antes, que no puedes pisotear a alguien y listo, y eso verlo retratado en la pantalla es un paso bastante grande en un pais con cambios tan grandes en un periodo tan corto de tiempo.

mientras el 99% de los medios muestra un grupo de indios gobernando bajo el son de la ignorancia, el salvajismo, y la barbarie, por lo menos hay algunos que por lo menos reconocen que es necesario hacer una reflexion. eso me parece que hay que aplaudirlo. solo con este tipo de cosas otra gente se va a sentar a la mesa a discutir que es lo que pasa, lo que esta pasandoles, en lugar de abandonarse a la incredulidad y creer que las cosas volveran a ser como antes.

un abrazo!

Daniela Otero dijo...

Utópico:
Salir de la burbuja, dejar de renegar de este país porque esa actitud es anacrónica, viajar y conocer a sus coterráneos, eso es lo que tienen que hacer los jailones para entender dónde están y quiénes son y así dejar de lamentarse por los privilegios que han perdido.
Me encantaría, por ejemplo, que el gobierno iniciara una verdadera política de comunicación para el cambio. Que incentivara a videastas para hacer películas sobre los pueblos originarios, sobre cómo viven el cambio los barrios marginales, sobre los logros en los temas sociales. Que el Conacine sirva para eso, para que los jailones y todos nos conozcamos, eso es algo que no podemos dejar a la buena voluntad de los jailones. Lo demás no queda para el cine, queda para elecciones. Sólo unnuevo y contundente triunfo en las próximas elecciones nos permitirá seguir soñando, darle más alas a nuestras visiones de futuro. A propósito, qué has dicho del satélite? un gol, no?
otro abrazo fuerte.