viernes, 12 de octubre de 2007

Hasta siempre, Comandante...

Queridos viejos:
Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.
Hace de esto casi diez años, les escribí otra carta de despedida. Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor soldado y mejor médico; lo segundo ya no me interesa, soldado no soy tan malo.
Nada ha cambiado en esencia, salvo que soy mucho más conciente, mi marxismo está enraizado y depurado. Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades.
Puede ser que ésta sea la definitiva. No lo busco, pero está dentro del cálculo lógico de probabilidades. Si es así, va un último abrazo. Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron. No era fácil entenderme, por otra parte, créanme, solamente hoy. Ahora, una voluntad que he pulido con delectación de artista, sostendrá unas piernas flaccidas y unos pulmones cansados. Lo haré.
Acuérdense de vez en cuando de este pequeño condotieri del siglo XX. Un beso a Celia, a Roberto, Juan Martín y Patotín, a Beatriz, a todos. Un gran abrazo de hijo pródigo y recalcitrante para ustedes.
Ernesto
Texto y foto copiados de Kaos, año 4 Nº.37

2 comentarios:

la de la casa nueva dijo...

Daniela:
Has arrancado una lágrima que esperaba desde hace 5 días para salir...

Y el saber que estuve por donde dió sus últimos pasos es algo que me invade una mezcla de.... no sé...

Daniela Otero dijo...

Javiera:
Tú acabas de hacer lo mismo conmigo, así que hagamos el canje: tu lágrima por la mía. Ahora y en homenaje.