jueves, 24 de julio de 2008

Epitafio


Tenía una amiga que no encontraba trabajo hacía más de dos años y el sueldo que ganaba como maestra no alcanzaba para nada. A pesar de estar casada, de su esposo no recibía más que disgustos y decepciones. Todavía lloraba amargamente la muerte de su madre, ocurrida hace varios años, se encontraba enferma y toda su vida se resumía en un melodrama de la vida real capaz de conmover al más insensible de los corazones.
Cuando en marzo pasado se me presentó la oportunidad de ayudar a dos personas otorgándoles trabajo, pensé en ella y la convoqué. Con lágrimas en los ojos agradeció mi gesto y me comunicó el profundo agradecimiento de toda su familia por haberla apoyado cuando más lo necesitaba.
Yo me sentí bien, creí que las amigas están para eso, para ayudar.
Pero a las dos semanas me comencé a arrepentir. Mi amiga llegaba siempre tarde y además no tenía idea de hacer periodismo. No sabía ni siquiera lo que era gmail. Intenté ayudarla durante varios días y la cosa iba de mal en peor. Prácticamente no aportaba. Sus notas eran un desastre. Nunca se podía contar con ella, porque llegaba tarde o había pedido permiso. Al principio se disculpaba, pero al pasar de las semanas ya se sentaba en su escritorio y me miraba desafiante.
Las cosas no iban bien. No nos pagaban por el proyecto, pero yo lo hacía igual, porque lo había concebido. Hasta que me cansé de trabajar en el oscuro mundo de la informalidad. Me alejé del proyecto hasta que las cosas se formalizaran.
Y mi amiga encontró en mi decisión la oportunidad perfecta para mostrar su verdadera cara. De la manera más cínica impuso sus horarios a pesar de ser una de las pocas que había cobrado por lo menos una parte. Su negligencia llegó a límites insospechados desnaturalizando mi proyecto.
Yo solicité volver, para reencausar las cosas. Me dijeron "gracias, lo necesitamos". Pero adivinen qué: Mi amiga se opuso.
Cansada de que se repitieran deslealtades vividas en el pasado, sintiéndome herida en lo más profundo por esta bofetada, incrédula aún hoy de lo bajo que pueden llegar algunas almas, decidí decir por escrito toda la verdad.
Con la misma cara lastimera con la que a mí me conmovió acudió a pedir solidaridad a todo el mundo asegurando que yo mentía. Que en realidad ella era una buena trabajadora y merecía la compasión del mundo entero.
Gente ingenua como yo le creyó, pero estoy segura de que no por mucho tiempo. Su incapacidad y negligencia serán mi reivindicación. Quiero ver cuánto le dura la camarilla que formó. Quiero ver cuánto la aguantan sus actuales defensores. Quiero, en fin, que justifique su sueldo, hasta ahora ganado de manera deshonesta y desleal.
Yo ya le puse el epitafio a la tumba de mi proyecto:
La traición se llama Sandra Durán.

2 comentarios:

Vania B. dijo...

Lobos con piel de corderos les llaman. Qué desastre tropezarse con esas piedras, de verdad.

Las cosas van a caer por su propio peso, como bien dices, y el destino se encargará de patear esa piedra bien lejos de tu camino, mi querida Dani.

Un abrazote.

NiNoSkA NoGaLeS dijo...

Hola Daniela, mucho gusto!!!... aaah no me pude ir de tu espacio sin antes dejarte algo... te entiendo tan bien, es increible el golpe que uno siente por la espalda cuando alguien a quien le diste confianza, apoyo y todo lo que tenias a tu alcance te pague de esa forma... se decían llamar amigas, pero ni al nombre le llegan.... bien lo dijo la Cápsula, todo cae por su propio peso, y muchas veces logran sus cometidos a corto plazo, pero a largo caen, siempre sucede...
ánimo y a seguir caminando!
un abrazo!