viernes, 22 de febrero de 2008

El blues de las 6 y 30


¿Qué es tener que redactar dos cartillas en cuatro días?
¿Un desatino?
¿Torpeza?
¿Explotación laboral?
¿Abuso?
Bueno, eso se decidió en enero, me dirán. Y yo me guardaré el putazo, otra vez.
Porque enero, enero parece mucho. Han pasado casi dos meses desde que comenzó enero. Y dos meses son más que suficientes para hacer dos cartillas ¿no?
Pero "mi" enero, es otra cosa, son apenas unos días. ¿Quieren saber por qué?
Porque esto se decidió el 24 de enero. Así que son 24 días menos que el enero del resto.
Y a esto hay que restarle el fin de semana, porque no estoy tan loca para trabajar también todos los fines de semana, no me pagan tanto. Entonces, en conclusión, mi enero termina teniendo sólo seis días.
Y entonces comienzo el recuento: el 25 de enero estuve de viaje todo el día, de Charagua a Santa Cruz y de Santa Cruz a La Paz ¿En qué momento podía redactar las cartillas?
Y el 28, 29, 30 y 31 de enero y 1 de febrero, tuve que terminar de diseñar la estrategia de comunicación. Porque ellos no quieren documentos preliminares, no. Tienen que ser documentos terminados, para que, durante las discusiones los deshagan por completo y haya que empezar de cero, o complementarlos, pero con tantas exigencias, que al final da lo mismo.
Y después vino Carnaval, entre el 2 y el 5 de febrero. El sábado tres, mis compañeros decidieron coordinar una reunión, así que ni feriado, ni día no laboral, ni nada. Durante la tarde, ch’allamos la oficina. No lo hicimos el viernes por la reunión, así que había que hacerlo el sábado. Así que otro día perdido para las cartillas y la estrategia.
Los días de Carnaval igual, dedicándoles algo de tiempo a mis hijos y a mis amigos, olvidados hace tantos meses, pero dedicando igual unas tres o cuatro horas diarias para terminar la divina estrategia.
El seis para darle los toques finales a la estrategia y claro, el 7 y el 8 de febrero, reunión nacional, para presentarla al equipo. Los comentarios y aportes, que significan volver a redactar el documento, deben estar concluidos hasta el 25 de febrero.
¿Y las cartillas? Durmiendo el sueño de los justos. Pero no lo olviden, tenía dos meses para hacerlas.
Entonces me rebelo, porque siempre es lo mismo. "Tenías semanas para hacerlo y no lo hiciste", me dijo mi jefe cuando le dije que me faltaba tiempo. Y yo me guardé el putazo, como siempre, para no generar problemas. Secretamente, sin embargo, me aseguré de que este año no me pasaría lo mismo y empecé el perverso recuento que ahora pongo aquí.
Secretamente, también, tomé la decisión de sacar una semana de vacación, porque me siento agotada. Y ni loca, pero ni loca, iba a trabajar durante mis vacaciones. Lo hice otras veces, esta vez no y es un no rotundo.
Durante mi ausencia, llaman de Santa Cruz para ver si ya terminé de hacer las complementaciones a la estrategia. El plazo era hasta el 25 de febrero, les recuerdo. Ah perdón, me responden.
Pero hay que hacer las cartillas, así que por ahí no llego al plazo. Nadie me responde. Es una forma solapada de decir ni modo, debes hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Entonces, volvamos a las cartillas. El lunes en la mañana pido una parte de mis múltiples compensaciones, siempre disminuidas por la cantidad de trabajo. Es el primer día de clases y no hay poder humano que impida que acompañe a mis hijos, que los prepare, que los deje en su colegio y me disponga a venir a trabajar.
Hasta aquí, el enero real, mi enero, se redujo a cinco días. Y mi febrero a muchos menos. Entonces, entre el 19 y el 22 de febrero, tengo, en realidad, sólo cuatro días para hacer dos cartillas. El 23 y el 24 son fin de semana. Otro fin de semana que tendré que sacrificar en pro de la estrategia, porque claro, no debo olvidarlo, tuve tres semanas, mis legítimas vacaciones incluidas, para reformularla y concluirla hasta el 25 de febrero.

Entonces comienzo a cantar a voz en cuello el blues de las 6 y 30, de Memphis, La bluesera:
Los párpados me pesan
Mi boca se abre y bosteza,
Un millón de moscas vuelan en mi cabeza,
El blues de las 6 y 30 me desespera,
Sueña el despertador,
Me siento un esclavo

Me lavo la cara apurado, paro el colectivo
Me voy al trabajo forzado, siempre dormido.
Auhmmm

Qué feliz que soy, tan disciplinado,
Trabajo horario corrido,
Tengo el sueño cortado.
El blues de las 6 y 30 me desespera,
Sueña el despertador,
Me siento un esclavo

Mi amigo Fer leerá esto y seguro me dirá: "Te noto cansada" y reiremos los dos.
En fin. Si hasta las seis de la tarde termino la segunda cartilla me daré el premio de ir a ver una película a la Cinemateca.

2 comentarios:

Vania B. dijo...

premio me llegó a mí también ;)

Daniela Otero dijo...

Y cómo lo disfrutamos, no? Vale la pena un post exclusivo para El amor en los tiempos del cólera. Lo redactamos?
Un abrazo.