miércoles, 20 de agosto de 2008

El Evo que La Prensa censuró


Reproduzco una columna redactada por el periodista Mauricio Souza que fue censurada por el diario La Prensa, miembro de la red Líder en terrorismo mediático:
Ocho y medio
Cinco imágenes de Evo *

Por Mauricio Souza Crespo
Cuando decidimos volver a Bolivia luego de 15 años de residencia en Gringolandia, nuestros conocidos reaccionaron ante la noticia de tres formas, según gustos políticos: a) Con una cara de susto, acompañada de exclamaciones que suponían alguna tragedia; b) Con cara de pena, casi conmiseración, por nuestra ingenuidad nostálgica; c) Con cara de incredulidad, matizada por vagas felicitaciones. Me imagino a estas reacciones como determinadas por diferentes imágenes de Evo Morales. Me explico: creo que las maneras de ver a Evo informan, casi groseramente, el imaginario clasemediero sobre la situación del país. Enumero y describo algunas:
Uno: “Evo: Soy la revolución”. Usada por el propio MAS, esta identificación religiosa de un proceso de cambio con una persona reproduce manías de la izquierda más perezosa. Habría, claro, que discutir en principio si los cambios impulsados por el MAS son “revolucionarios” (en mi opinión, simplemente intentan frenar los excesos más cojudos del fundamentalismo neoliberal). Pero eso de promover la identificación de un proceso de cambio con un liderazgo carismático, un “ungido” mesiánico, es un traspié mediático (de los tantos errores masistas de este tipo) en el que se le sigue el juego a la derecha (Podemos, UN, MNR, cívicos, los medios, etc.). Y esto es precisamente lo que habría que evitar: que el posible cambio sea identificado fatalmente con un señor, el Sr. Morales.
Dos: “Evo, uno de los posibles”. Los más optimistas optan por imaginar que los cambios son irreversibles y que, con Evo o sin él, el proceso continuará. Hay, digamos, muchos posibles Evos. La decadencia de los “políticos tradicionales” (confirmada por las encuestas que ellos mismos encargan) parecería ratificar este optimismo. La elección de Savina Cuellar sería otra señal: para ganar, la misma clase de siempre ya no puede ir a las urnas con los mismos k’aras de siempre.
Tres: “Evo, marxista”. Los que viven el gobierno masista como un Apocalipsis sin tregua ni respiro (pese a las evidencias), tienden a resucitar las histerias que apuntalaban el discurso de las dictaduras. El suyo, es una especie de anticomunismo ansioso y arcaico: se habla del “socialismo de Evo”, de un “marxismo anacrónico”, de “avasallamientos a la propiedad privada”, de “ingerencias externas”. Si no fueran efectivas, en los medios al menos, habría que descartar de plano estas imágenes por su torpeza, su primitiva anorexia intelectual. Pero son efectivas. Y ya no importa que hablar de “marxismo” o incluso “socialismo” en el caso del MAS sea absurdo: basta que un par de “expertos” se dediquen al rumor intelectual para que consuetudinarias ansiedades reaccionarias salgan a flote.
Cuatro: “Evo, títere de Hugo”. Dentro y fuera del país, en una veta propagandística que sigue al pie de la letra al Departamento de Estado gringo, la identificación de Evo Morales como una suerte de títere o pelele de Chávez es quizá la que más réditos ha otorgado al trabajo mediático en contra del MAS. Que esos lamentos por la soberanía provengan de los sectores más serviles de nuestra clase dirigente, es lo de menos: de alguna manera, en una proyección de su propio racismo, estos sectores de la población no se pueden imaginar “a un indio” sino como a un “pelele o títere” de otros (Chávez, las ongs, etc.). En término de imágenes, no puedo sino recordar esta: la de varios de esos “defensores de la soberanía” disfrazados de payasos en las fiestas de disfraces que daba la Embajada gringa en La Paz cada año.
Cinco: “Evo, el primer indígena”. Ya se sabe: que Evo Morales ha explotado fuera del país su imagen de “primer indígena” presidente de un país. Y, sin duda, en un universo despolitizado, esa imagen (desprovista a ratos de contenido) lo acompaña a donde vaya. Pero el reverso local, un tanto rencoroso, de esa imagen apuesta a los mismos términos: “cómo pues un indio nos va a representar”. Lo de “indio” se convierte a priori en síntoma del “Apocalipsis masista”: el “indio”, casi por ser indio, lidera una mala gestión (pues “cómo estos indios van a saber gobernar”). En los hechos, los niveles de competencia de esta gestión de indios se han demostrado “inusuales”: más allí donde una serie de gestiones incompetentes (Banzer, Quiroga, Sánchez de Lozada, Mesa) podrían haber demostrado su destreza k’ara. Es decir, en el manejo matizado y distante del liberalismo.
El texto y una explicación del autor se encuentra en el blog de mi amigo Richard Sánchez, que ustedes también pueden visitar:

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