Mientras espero, voy a contarles una de mis aventuras universitarias, de las que me acordé leyendo la entrada anterior, la del cumpleaños.
Como yo era trotska, era frecuente mi participación en elecciones. En una de esas habíamos ganado y nos dispusimos a ir a festejar. Tomamos unas cuantas cervezas con todos los del frente, pero luego mis compañeros Edlin (sí con l y no w), Carmen y yo decidimos ir a continuar a la casa de Edlin.
Una vez allí, entramos a un cuartito que su mamá había tenido, en el que estaban varios santos y destacaba un crucifijo de tamaño natural, con un Cristo que tenía un letrero que decía INRI.
Edlin sacó su grabadora y dos casettes que se acababa de comprar: Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes (¿ya ven por qué me acordé de esto?) Los escuchamos una y otra y otra vez, durante toda la noche. Y lo repetíamos y lo volvíamos a repetir poseídos por las penas de amor, esas tan feas de yo lo quiero, pero él no me quiere, toda la noche, hasta que llegó el día siguiente.
La mamá de mi compañero, pobrecita, vino amorosa a entregarnos unas salteñas. Estábamos en pleno agradecimiento cuando la cara de la señora se comenzó a desfigurar y terminamos echadas de la casa. Y todo porque a alguno de nosotros –no puedo asegurar que fui yo ni lo contrario- se le ocurrió cambiar el letrero de INRI del Cristo por el de URUS.
domingo, 3 de agosto de 2008
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