domingo, 3 de agosto de 2008

No más


He tomado una decisión. NO voy a trabajar más por hoy. Trabajé durante todo el fin de semana, sin descanso. Apenas sí vi a mis hijos. Y todavía faltan como cuatro páginas. Pero mi cabeza no puede hilar más ideas, de ningún tipo, excepto éstas, repletas de cansancio dispuesto a vaciarse de mi cabeza.
Mi computadora estacionaria murió. Me sirvió diez años, la pobre, pero hoy ya está obsoleta. Debe ser así con nosotros, los humanos ¿no? De pronto ya no eres compatible con los últimos acontecimientos e instalarte una pinche impresora termina jodiéndote todo el sistema, como darte nieto cuando menos lo esperas, o que tu marido encuentre otra y cosas por el estilo. Tu memoria no debe poder aguantar más, ni un archivo más y entonces te cambian la memoria y engordas veinte kilos hasta convertirte en una gorda desconocida.
Lo peor de todo es que además la preciosa no funciona. El Word directamente no responde y el puto que me la vendió se hace el extranjero prometiéndome que me devolverá la llamada todos los días y nunca lo hace.
Entonces, me pasé las últimas 48 horas de mi vida en un internet. Hace un rato una niña del tamaño de mi hija chateaba con su amigo o amiga y le decía: Le terminé al fulanito. Cómo la habré mirado que inmediatamente se cambió de computadora. Y juro que no tuve intención de espiarla, estaba demasiado ocupada, pero de un momento a otro encontré a mis ojos en su pantalla. Qué vergüenza oye! Lo que provoca el cansancio.
Después de mi rebelión, sólo me queda esperar. Esperar a que me llegue el maldito correo en Pdf y luego reenviarlo.
Esto de parir proyectos es muy jodido che. Página por página, adornito por adornito. Y la foto? Sobra texto. Ahora le falta. La foto no está bien, está pixelada. Pongamos una de ABI, pero en ABI no hay un puto buen fotógrafo. ¡Qué ausencia de criterio, por Dios! Cuando buscas fotos de pan, pones, como es obvio, “pan” como criterio de búsqueda y te sale Juan Ramón Quintana o el jefe del COA, pero ni un solo pan, ni de treinta gramos. En ABI el pan escasea más que en cualquier tienda de barrio carajo. Verán que estoy muy mal hablada. Es la etapa previa a comenzar a hablar al revés. O sea, estoy demasiado cansada.

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