Es tan placentero encontrarte después de décadas con aquellos escritos que formaron tu vida, que releerlos es una reconciliación con quien fuiste y con quien serás en el futuro. Por un instante, tu esencia sale a la luz y se te muestra tal y como eres. Y esa sensación de certeza absoluta, de descubrimiento y de deslumbramiento es maravillosa.
Sentí todo eso y más cuando releí el cuento de El Pozo, de Augusto Céspedes, que trata de un grupo de soldados bolivianos que, durante la Guerra del Chaco, iniciaron infructuosamente la tarea de buscar agua cavando un pozo interminable. La misión era imposible, pues en esa huraña región, la falta de agua se convirtió en el principal enemigo de todos los soldados, los bolivianos y los paraguayos.
Seguramente algún prisionero capturado en la línea donde la existencia del pozo era legendaria, informó a los pilas que detrás de las posiciones bolivianas había un pozo. Acosados por la sed, los guaraníes decidieron un asalto...A las seis de la mañana se rasgó el monte, mordido por las ametralladoras...
Así relata Céspedes el ataque de los soldados paraguayos que ilusamente arremetieron contra los bolivianos y la sobrecogedora defensa que éstos hicieron de aquel hueco estéril.
Los cañonazos partieron la tierra, las ráfagas de metralla hendieron cráneos y pechos, pero no abandonamos el pozo, en cinco horas de combate. Creció el tiroteo de los pilas y se oía en medio de las detonaciones su alarido salvaje, concentrándose la furia del ataque sobre el pozo. Pero nosotros no cedíamos un metro, defendiéndolo ¡COMO SI REALMENTE TUVIESE AGUA¡
Y el pozo sirvió para algo:
A las 12 se hizo un silencio vibrante. Los pilas se habían ido. Entonces recogimos los muertos.
Arrastrados los trece cadáveres hasta el borde fueron pausadamente empujados al hueco, donde vencidos por la gravedad daban un lento volteo y desaparecían engullidos por la sombra. Entonces echamos tierra, mucha tierra, adentro.
Pero aún así, ese pozo seco es siempre el más hondo de todo el Chaco.
Todos tenemos un pozo en nuestras vidas. Un hueco que cavamos y cavamos pensando encontrar algo hasta que creemos que es totalmente inútil, que ha significado una pérdida de tiempo. Y es precisamente el tiempo el que nos demuestra que ese esfuerzo no ha sido en vano. Y muchas veces también, es en ese pozo donde enterramos a los otros muertos, los nuestros.
Foto de www.noloveoclaro.com/.../01/golondrinas-pozo
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1 comentario:
Muy bueno danielita.
Saludos
Miguel
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