jueves, 12 de febrero de 2009

Terrible



Para una mujer, vivir en Santa Cruz es algo muy difícil. Es tanto el culto al cuerpo y los medios de tergiversación bombardean tanto con el tema de la belleza, que uno se siente una ballena, aunque no lo sea.
Y entonces la belleza se constituye en el fin último de muchas jóvenes, que apelan a todo tipo de prácticas para conseguirla. Hacer dieta eterna o ir al gimnasio, son el camino difícil. Es más rápido acudir a otras cosas, como los batidos mágicos, las anfetaminas o las cirugías.
Hace unos días se conoció del caso de una médica veterinaria -Gabriela Ascarrunz- que murió porque su amiga, una conocida diseñadora, le inyectó orina en el suero fisiológico con el que se preparaba para una cirugía. Una operación que iba a corregir una obstrucción intestinal causada por una anterior intervención quirúrgica en la que Gabriela se hizo poner grapas en el estómago.
Cuando la belleza se convierte en una obsesión, una cosa lleva a la otra.
Lo que me pregunto es ¿cuántas víctimas más se cobrarán las agencias de modelos? ¿Cuántas mujeres más tendrán que morir hasta que alguien ponga freno a los medios de comunicación y la absurda difusión de estereotipos irreales?
No estoy peleada con la cirugía plástica. Yo misma digo siempre que me practicaré una abdominoplastía - que no es la reducción del estómago, sino la extracción de la piel y el tejido adiposo que te queda en la panza después de dar a luz- porque esa parte de mi cuerpo no me gusta y porque mi piel se estiró tanto durante mis embarazos casi simultáneos que ahora sobra, y punto.
Tampoco creo que las terapias alternativas, incluida la orinoterapia, sean cosas de charlatanes. Lo que sí pienso es que todos deberíamos velar porque hubiera más control, porque todas estas cosas sean realizadas por gente capacitada. Y cada caso que conocemos debería servirnos para tomar conciencia de la necesidad de ser responsables con nuestro propio cuerpo y negarnos rotundamente a ser cotizadas como vacas y a que nos tomen como a las tontitas cabeza huecas de siempre.

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