Entregaron a cada familia un pito y la consigna era tres silbatos y todos a la calle a defendernos. El viernes estaba yo en medio sueño, intentando robarle al tiempo unos minutos para descansar después de una semana atareada. Pero escuché los tres silbatos y mi primera reacción fue enviar a mis hijos a una de las habitaciones, prohibirles que salgan y abrigarme un poco para salir asustada a ver a quién habían asaltado esta vez o a cuál casa habían entrado los ladrones. Hasta me olvidé del pito, con el susto. Cuando salí allí estaban los vecinos. Las viejitas con rostro grave y tomándose en serio el tema. Los hombres, en cambio, con gesto divertido.
Es un simulacro, me dijeron. No pude volver a dormir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario