viernes, 2 de enero de 2009

Año Nuevo

Después de conversar con el Escudero, llegamos a la conclusión de que no queríamos pasar un Año Nuevo tan triste como Navidad.
Entonces decidimos gastar nuestra reserva y el miércoles, después de esperar por segundos que llegara las cuatro de la tarde, Chalinet, el Escudero y yo fuimos al mercado y nos compramos un pierna entera de chancho para hacer una suculenta y memorable cena y reservamos una mesa en un karaoke que había publicado una oferta más o menos aceptable para la última noche del año.
Esperamos el Año Nuevo los tres, extrañando horrores a Abril, que está con su abuela en Cochabamba. Pusimos de fondo la transmisión de Erbol, que tenía la hora satelital y transmitía la verbena en el Parque Laikakota, donde estalló una tonelada de fuegos artificiales en conmemoración del inicio del año del bicentenario del grito libertario paceño.
Apagamos la luz y apenas terminó el conteo de los últimos segundos del 2008, sentí un profundo alivio porque empezaba un nuevo año, ojalá menos duro que el que pasó.
Entonces hicimos todas nuestras ceremonias. Escribimos en un papel los nombres de todas aquellas personas a las que queremos y prendimos una vela verde para atraer la salud para todos, en un platito con azúcar y canela. En otro, pusimos una vela amarilla, para que el dinero y el trabajo tampoco falte, en este caso, en el platito había sal y agua. Finalmente, encendimos una vela blanca, convocando al amor en un platito con miel y dos pétalos de rosa.
También limpiamos la casa con incienso de ruda, para espantar a las malas energías, con canela para que haya prosperidad y con eucalipto y azúcar para perdonar: Perdonar a quienes se llevaron nuestras cosas; perdonar a quienes nos traicionaron y ofendieron, perdonar a quienes no nos entendieron, en fin, simple y llanamente perdonar.
Así comenzamos a cenar, llegando a consumir sólo la cuarta parte de todo lo que habíamos cocinado.
Cuando Chalinet cayó rendido por el cansancio, salimos con el Escudero rumbo al karaoke y allí cantamos a voz en cuello, tomamos media botella de whisky, bailamos toda la salsa que pudimos y comimos nuestro fricasé.
A eso de las cinco de la mañana, cuando nos disponíamos a irnos, nos llamó Sergio para plegarse a nuestra fiesta de dos.
Ya en mi casa, los tres le echamos varias cajas de cerveza, para terminar a eso de las ocho de la noche de ayer y, por fin, dar por acabado el 2008 y comenzar el 2009.
Hoy tengo una ligera resaca y detesto tener que trabajar este viernes anormal que debería haber sido puente para todos. Sin embargo, siento que mi alma ha sido invadida por un sosiego indescriptible. Hoy quiero llegar a mi casa, dormir mucho y mañana dedicarle a Chalinet todo el tiempo del mundo.
Gracias a Chalinet, por haber dejado que sus dos papás se divirtieran tanto. Al Escudero, por una de las noches de Año Nuevo más bonitas que recuerdo y a Sergio, por celebrar con nosotros todas las fechas importantes.

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