- Tú odias a mi pueblo, me espetó y yo me quedé callada. Pensé que quizá había expresado mis ideas con la vehemencia de siempre.
Era israelita. Había llegado a Bolivia como turista y estaba en El Jarrón conociendo algo de nosotros. Se acercó a nuestra mesa, curioso por algo que yo vestía o algo así.
Después charlamos mucho. Le conté que, una vez, en Porto Alegre, conocí una libanesa que se negó rotundamente a bailar con otro israelita y le dijo: "I'm not dance with my enemy", para sorpresa de todos.
Éramos como quince, todos activistas de derechos humanos. Quedamos sorprendidos con la actitud de la libanesa, en un silencio incómodo, hasta que ella nos dijo que en el caso de Israel no se podría diferenciar los líderes del pueblo, pues ningún pueblo que se precie podría permitir que a nombre suyo se cause tanto daño a otros seres humanos, abusando del poder y del respaldo de Estados Unidos.
Nos contó que su casa había sido destruida por mortíferas bombas en tres ocasiones. Que estaba cansada de ser una paria. Que había renunciado a tener hijos, porque no quería sentir el horror de llegar a su casa y verla bombardeada con los niños dentro. ¿Cómo puedes tú defender los derechos humanos fuera de tu país y quedarte callado adentro?, le reprochó a quien había intentado olvidar, durante los tres minutos que dura una canción, el odio.
- Tú odias a mi pueblo, me repetía el israelita, cada vez que intentaba explicarle lo que sentía. Y no había forma de hacerle entender que no, que no odiaba a su pueblo, que no odio a nadie, que sólo intento contribuir a un mundo más justo, sin poderosos, sin bombardeos, sin invasiones. Y que creía firmemente que ese mundo nuevo está dentro de cada uno de nosotros. Que somos nosotros y no otros los que debemos asumir la responsabilidad de manifestarnos frente a la injusticia. De elevar nuestra voz frente a la guerra.
- Tú odias a mi pueblo, repetía mi mente, cuando escuché sobre el bombardeo a Gaza.
- Tú odias a mi pueblo, volvió a escuchar mi corazón, cuando vi el horror del bombardeo en la televisión.
- Tú odias a mi pueblo, dijo mi memoria hoy, cuando recibí el horror en audio, por correo electrónico y me negué a oírlo sabiendo que, como soy, terminaría terriblemente afectada.
- Solidaridad con Palestina!, gritó mi voz, al demandar que alguien haga algo para parar los irracionales ataques que matan a inocentes.
¡SI TÚ QUISIERAS!
Si tú quisieras...
Un gesto, una palabra tuya
y una avenida de luz saldría
de las entrañas
del Monte de los Olivos
uniendo a Gaza y Jerusalén
Si tú quisieras...
un gesto, una palabra tuya
y volvería la esperanza y el agua
a las casas, escuelas y hospitales
de Gaza y Palestina
Si tú quisieras...
Un gesto, una palabra tuya
y volverían a anidar los sueños
en los altos minaretes,
volverían a cantar los mirlos
en Gaza y Palestina
¡SI TÚ QUISIERAS...!
UN GESTO, UNA PALABRA TUYA
Y TODOS LOS NIÑOS
DE ISRAEL Y PALESTINA
TOMARÍAN PARTIDO
POR EL AMOR Y LA POR LA VIDA
¡ SI TÚ QUISIERAS...!
Foto y poema de http://mialuaf.blogspot.com/
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