jueves, 4 de septiembre de 2008

Punto final

¿Se acuerdan del post Epitafio del 24 de julio?
Pues, abróchense los cinturones porque viene la segunda parte.

  • Resulta que hace dos días se abre la puerta de mi oficina y al levantar la vista encuentro a...bingo! La mujer más caradura que conocí en mi vida.
  • Pero no sólo se presentó frente a mis ojos otra vez -a riesgo de ser apaleada como colla en el oriente-; sino que encima vino a amenazarme.
  • O sea, ¿esto es verdad o es una broma de mal gusto? Le pido que salga de mi oficina y sale gritando insultos contra mí.
  • Vuelvo a mi escritorio, me siento en mi cómodo sillón pero en segundos siento que la indignación me invade como un muñeco inflable en el estómago.
  • Me vuelvo a parar y bajo a la avenida. La encuentro a unos metros. La tomo del brazo y ella da la vuelta pálida del susto.
  • "¡Cómo te atreves a ponerte frente a mí para insultarme!", le digo, y empiezo a recordarle todo su prontuario. Sólo atina a articular una frase: no soy malagradecida, Daniela, dice. Y la gente se arremolina alrededor de las dos.
  • Mi dedo índice le apunta en la cara: eres y tengo la dignidad suficiente como para decírtelo frente a toda esta gente. Has traicionado mi confianza, has mordido la mano que te ayudó cuando más necesitabas. Eso se va a quedar en tu conciencia para siempre, le digo.
  • La gente nos mira asombrada. "Voy a venir con mi padre", me amenaza. "Qué bien", le respondo y le pregunto: "¿Sabe tu padre lo que hiciste? Porque si no sabe, me va a encantar contarle. Dile que lo espero cuando quiera".
  • Cruzo la calle y entro otra vez a mi oficina. Me duele la úlcera. Tomo un Omeprazol y llamo al Escudero.
  • "No-lo-pue-do-cre-er, ¿qué clase de persona es ésa? ¿cómo nos hemos equivocado tanto?", me dice el Escudero.
  • A los minutos el Escudero me vuelve a llamar. "Siéntase bien amor, me dice, al fin y al cabo, la vida le dio la oportunidad de decirle todas sus verdades en la cara".
  • Termina mi jornada laboral. Llamo a V. y nos encontramos, dudo entre pedir un café o un Mike Tyson y decanto por un café amaretto. Prefiero hablar de otras cosas, más constructivas.
  • Al día siguiente me encuentro con la hermana de esta mujer. "No creo lo que me estás diciendo. Mi hermana no es lo que tú dices, yo la conozco y sé que es buena persona", me dice. "Es natural que defiendas a tu hermana, pero lo que yo he vivido gracias a ella es tan real como todo lo que tú piensas", le respondo y agrego: "dile que no vuelva a aparecer frente a mí".
  • Camino un poco por la Av. Saavedra. Suena mi celular y es una amiga. "Es cierto que fue a tu oficina a insultarte? ¡Pero qué le pasa! ¿Y no la agarraste de los pelos? ¿Por qué no me has llamado? Puuuucha Danny, a veces me sorprende lo buena que eres. Es que en realidad no eres buena, eres boluda. ¿Cómo no la piñaste, unito por lo menos?", me dice. A esa altura, ya sólo me provoca reírme. "Unito por lo menos", digo y sonrío.

Éste era el punto final que necesitaba esta historia. No hay nada más que decir. Desde el fondo de mi corazón deseo que le vaya bien, pero por favor, muy lejos de mí.

2 comentarios:

Rebelde dijo...

A riesgo de sonar ridículo, apoyo que no le hayas dado 'unito' a esa 'persona'. Es mucho más difícil controlar un impulso primario que dejarlo salir explosivamente. Aunque, claro, a las ganas no las puedes evitar.

Saludos Rebeldes

Daniela Otero dijo...

Gracias por pasar por aquí, compañero.