- En estos últimos días he estado preguntándome si realmente valía la pena continuar escribiendo en este espacio. Cuando lo creé, lo hice con la firme convicción de que es posible contribuir al debate. Lo hice con transparencia, sin dobles intenciones, explicando simple y llanamente cuál es mi posición y por qué la defiendo.
- Con esa misma transparencia, sin embargo, debo confesar que existe una fuerte lucha interna en mí. Varias veces dije que ésta es una bitácora en la que quiero reflejar mi vida, para que mis hijos algún día entiendan los tiempos que yo viví y encuentren en ellos la explicación a algunas de las cosas que pudieran sucederles.
- Y aunque, debido a mi trabajo, gran parte de mi vida está íntimamente ligada a la política, en ella también pasan muchas otras cosas. Como madre, mi prioridad son mis hijos y como ser humano, me siento en la obligación de aportar en la construcción de un mundo y un país mejor.
- Pero la muerte sembrada en Pando me dejó muda, incapaz de escribir. Como le dije a Vero Vero, sentí que el castellano se había quedado demasiado chico para describir tanta iniquidad.
- Esos hechos me dolieron más que octubre, la verdad. En octubre, el genocida Gonzalo Sánchez de Lozada utilizó al ejército y mató a mansalva a cientos de personas. Ahora hubo saña, persecución, tortura. Tres de los jóvenes normalistas murieron ahorcados, uno de ellos con alambre de púas. Escuché una sola vez los testimonios y lloré tres días. Ese encono en manos de civiles para mí es incomprensible.
- Y también me dolió profundamente la actitud de algunos compatriotas, que preguntan quién disparó primero, que se solidarizan con los agresores, que reclaman por el funcionario prefectural también fallecido en los hechos y olvidan que detrás de la masacre hubo catorce muertos, trece de ellos campesinos e indígenas de este país. Que se niegan a ver que a pesar de todo lo que afirman los sicarios, la mayoría de los muertos son de las filas campesinas, que luchan por mejores condiciones de vida y no por defender privilegios mal habidos.
- Me desespera saber que existen bolivianos, muchos de ellos jóvenes, que no tienen idea de lo que es vivir en el campo, caminar tres kilómetros siendo apenas un niño para llegar a una escuela. Tomar agua de ríos contaminados y sentir el hambre en el estómago.
- Y que estos mismos jóvenes, inconcientes de las bendiciones con las que los premió la vida, no tienen ningún empacho en exigir paz y sacar el pañuelito blanco, haciéndose los escandalizados porque no son de ningún bando, creyéndose imparciales cuando con sus actitudes y sus escritos apoyan la causa de los poderosos, incapaces de sentir el dolor.
- La detención de Leopoldo Fernández, principal acusado de la Masacre de Porvenir, en Pando, ha sembrado en mi corazón nuevas esperanzas. La fe de que es posible vivir en un país sin impunidad. La confianza de que el vandalismo puede y debe ser sancionado. El freno al racismo y a la discriminación.
- Personalmente, no pido nada más que se haga justicia. Que se conforme una comisión que establezca claramente las responsabilidades. Que, por una vez al menos, el Ministerio Público cumpla con sus funciones. Que el Defensor del Pueblo deje de acudir a los lugares de conflicto a entregar asistencia humanitaria, cuando su labor es velar porque todos -autonomistas, masistas, gonistas, clasemedieros y campesinos, poderosos y pobres- tengamos asegurado el respeto a nuestros derechos.
- Personalmente, y lo reitero, estoy dispuesta a defender el proceso de cambio con mi vida. Yo sería incapaz de matar a nadie, estoy segura. Pero sí soy capaz -y la gente que me conoce lo sabe- de morir por lo que creo.
- Y ésa es, precisamente, la gran diferencia entre quienes tienen ideales y quienes defienden privilegios: Estos últimos están dispuestos a matar, como lo hicieron en Pando. Los otros estamos dispuestos a morir, como lo hicieron los campesinos.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
La diferencia
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3 comentarios:
Y esa diferencia es, precisamente, la que necesitamos sentir/leer por estos espacios, al menos la gente que no tiene la fortuna de conocerte y saber que eres igual de fuerte que cada una de tus letras.
Vos eres parte de la diferencia por eso creo que debes quedarte. Nos falta harto...
Este tu escrito es uno de los pocos que he tenido el placer de leer con avidez en las pasadas semanas; es, en mi opinión, el reflejo del sentir de muchos bolivianos. Y por la misma razón, porque reflejas lo que muchos bolivianos sentimos, reclamamos o necesitamos, tu presencia es fundamental, necesaria e insustituible.
Me uno a la Vero, debes quedarte porque aún nos falta.
Saludos Rebeldes
Y pensábamos que estábamos cerca. Nos falta. Hay que seguir. Sigamos.
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